Sorprendiste a mi muchacho menor, en su espontaneidad tardía. Te vio al pasar y quedó pasmado advirtiendo, que ya no eres aquel hombre apuesto que conociera y quien por aquel tiempo, me desvelaba el sueño; cuando sus almanaques eran aún escasos.
Por entonces, tenías los ojos vívidos y con sólo fijarlos en el rostro, parecías penetrar la propia visual; con gesto resuelto, la palabra amable y el toque siempre presto y afectivo.
La farsa de la conquista del poder político en el ámbito público, que a veces logra desquiciarnos, demandó de tu salud, para que le entregaras tempranamente la belleza joven y el donaire. Y, habiéndote dado cuenta de tanta palabra y hecho fingidos, decidiste conceder a la temprana vejez, esa mirada que ahora está rendida y el rictus amargo del “jaque mate” de tu estúpido juego de influencias; de ajedrecista mediocre en un tablero derrotado.
Valían la pena tantas jugadas erráticas, entre los intereses mundanos, donde los soberbios esgrimen acciones y palabras falsas; para su ración de poder cicatero, que juega con el hambre de los pobres y la pureza, de las ambiciones tempranas.
En la habilidad de los discursos, que se llevaron ovaciones compradas en los saltos adolescentes. Recuerdo, aquella manifestación partidaria, donde vendieron sus gritos y carteles, por un sórdido billete sucio; que ni siquiera llenaría por dos días, sus estómagos desiertos.
Fantasías; por mejorar contextos de vida degradantes, con el movimiento ingenuo de unas piezas, que ni siquiera estaban hechas de madera estacionada; pues fueron arrancadas de gajos aún verdes, sin el menor de los escrúpulos.
Creencias; en las jugarretas de los discursos convencidos de oradores de escaso mérito, que pueden vender su alma y corazón a cualquiera, con tal de ganarse la medalla barata de la complacencia. Regodeo de porciones de pueblo, desheredados de una mínima cultura y conocimientos básicos de las verdaderas realidades de toda índole; por las que trascienden.
Pero, “al todo vale”, duplicaste y triplicaste aún, tus apuestas al tiempo y convencido de que hacías lo mejor; con un triunfo alegre guiñándote el paso.
Y perdiste. Como extravían la sensación del borde de un pozo oscuro, aquéllos que se vuelven ciegos por una ambición inmadura y ecuestre; mientras han jugado todas sus fichas, al equino de turno en el hipódromo de la suerte…
Perdiste, en el teatro de las marionetas avaras que arrastran las voluntades populares y jamás se percatan de cuánto desperdiciaron en la contienda.
Tardíamente, en la actualidad, no tienes un juicio veraz de las ganancias, ni de las pérdidas.
Y yo, me quedo guardando tu sonrisa amable; aquella mirada benigna y un torpe embeleso por tanta ambición desmedida, que también se evapora al tiempo de mis propios años. Mientras, no dejas seño de grandeza, para que mi hijo todavía muchacho, aprenda algo de lo que dejaste…
Graciela María Casartelli©
Córdoba, Argentina, Julio de 2012
3/07/12 at 8:57 pm
Lucho con el tiempo para leer todo lo q quisiera… pero me agrada «La torre de Babel» y su contenido…
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4/07/12 at 1:26 am
¡Gracias Juan por publicar este artículo, que espero resulte para la reflexión de ciertas conductas erráticas de algunos, que sólo buscan un exitismo fácil, en la «cosa pública», que resulta ser la «cosa de todos» y donde finalmente nos alimentamos como ciudadanos.
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4/07/12 at 5:28 pm
Querida amiga Graciela …lei y volvi a leer …que sentimientos, que valor hay en cada frase, en cada palabra…quiero decirte por milesima vez…TE QUIERO MUCHO, TE ADMIRO Y TE RESPETO….gracias al creador de esta pagina Juan un soñador, un enamorado, gran contenido…felicitaciones…un abrazo gigante
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4/07/12 at 7:56 pm
Muy bella reflexiones querida Graciela, con el sello de tu calidad de expresión…Aplausos.Felicitaciones a Juan por tan maravilloso sitio.
Abrazos y besos
Raquel Luisa Teppich
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5/07/12 at 1:06 pm
Restos. Me gustó tu relato. Una prosa fluida muy bien elaborada. Gracias Graciela.
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