“Deseo litoral”, Guillermo Clemente

Ahora que yo estoy sentado en la bahía
veo pasar el mar
como  una revelación del cielo vencido
como un relámpago.

Veo sus olas ciertas
el plumaje ardiente que se parte, se redime
emprende el vuelo hacia las rocas donde se agrieta
en el pliegue donde se acoplan dos montes.

Veo mi corazón
como ese mar donde la tempestad no termina
el agua arde al acampar en las comisuras de la tierra
y a la orilla, la hinchazón de la arena aguarda
lugar donde el mar busca refugiarse.

Escucho el gruñir de los embates de agua
la crestas acuáticas estrellan entre ellas sus espesuras
sus membranas que son las mías
su deseo breve
la lenta destrucción que se genera
las olas levantan su piel
y la esperanza duerme en el ojo de los peces.

Veo mi raíz que naufraga
el temblor del amanecer me pretende llevar al otro lado
aunque hay un alto oleaje que cae y me desintegra
el mar se apacigua, ahora sólo es un puente
y mi corazón es pura luz
pura fe
puro deseo.

Guillermo Clemente©

Nacido en Oaxaca, 1984. Ha publicado en las revistas Espíritu Universitario, Palabrarte, Fanzine 3D2, Salamandra y Círculo de poesía. Primer lugar del concurso de poesía social “Pablo Neruda” 2007. Incluido en la Antología Cuentos del Sótano (Endora, 2009). Editó  la revista electrónica Salamandra de Enero de 2008  – febrero de 2010.

Acerca de Juan Zapato

Desde temprana edad mi incursión por las palabras escritas fue delineando mi perfil intelectual hacia la literatura. Ángela, mi abuela, con su cálida voz y esa facilidad para transmitir oralmente las historias que solían acompañarme por las noches –preparación para el sueño– despertó en mí la pasión por los libros. Luego vino el amor, junto con las primeras palabras que dibujaran versos adolescentes, impulsos quebrados en forzosas rimas, la intención que conlleva la pureza de plasmar sobre una hoja un universo de fantasías reales y de realidades fantásticas, trampas que el inconsciente juega a nuestros sentidos. Trasnochadas de cafés compartidas con poetas, salvadores del mundo, sabihondos y suicidas. Horas sumergidas en librerías buscando los tesoros de la literatura olvidados en algún estante. Cartas que nunca partieron hacia ningún lugar. Conversaciones perdidas con la gente que ya no está”. Ver todas las entradas de Juan Zapato

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