“La mejora del mundo da sentido a la vida”, entrevista de Arcadi Espada a Jacobo Israel Garzón

jacoboIsraelPregunta. Umberto Eco tiene escrito y mandado que en los periódicos no se debe hablar de Dios.

Respuesta. Es natural: la trascendencia no se aviene mucho con el día a día.

P. De acuerdo. Una vez me definieron el judaísmo como una refinada forma de ateísmo.

R. Demasiado refinado, tal vez.

P. Refinado, sin duda. ¿Pero judío?

R. Todo el que se define como judío tiene una cierta cosmovisión religiosa. Diversa y compleja, pero la cosmovisión existe siempre.

P. ¿Y cuál es el núcleo de la cosmovisión?

R. Lo que está en la propia palabra religión. Religión viene de religare…

P. Es una etimología discutida, aunque reconozco que utilísima.

R. Bueno, usémosla como metáfora, entonces. Una cosmovisión religiosa es la que encuentra vínculos entre el mundo superior y el mundo nuestro. La que tiene la convicción de que todos los hombres formamos parte de una única familia humana. Es decir, implica tanto una determinada relación con el otro como con la divinidad. Y supone, finalmente, la convicción de que, aunque los hombres pueden ignorar a Dios, Dios está presente.

P. Uno de los grandes misterios de este asunto es cómo Dios ha creado hombres refractarios a la idea de Dios. Dado que somos obra Suya sorprende que Dios no esté en el cableado humano básico.

R. Dios dotó a los hombres del libre albedrío. Fue su voluntad. Es la base de la Humanidad y resulta imposible concebirla sin él. A mí lo que me parece un acto supremo de fe en el hombre es que el libre albedrío incluya al propio Dios.

P. Sólo parece comprensible si se incluye la idea del premio o del castigo, de la salvación o la condena. El libre albedrío como prueba… de fuego.

R. No, no. Se trata, simplemente, de la libertad. Dios hizo hombres libres, completamente libres. Ni siquiera atados a la propia idea de Dios.

P. Libres y errados.

R. La posibilidad del error es la condición de la libertad.

P. Para un judío la meditación sobre el libre albedrío como concesión divina es especialmente dramática.

R. Naturalmente. Hay toda una rama de la teología judía que se ocupa de ello. La llamada teología de la Shoá. Directa o indirectamente vinculado con ello está la gran reflexión de Martin Buber sobre el eclipse de Dios.

P. La luz oscura del hombre.

R. Así podría decirse. Pero creo que con el eclipse no se alude a la creación del hombre como consecuencia de la dejación de Dios, o como un abandono temporal de la piedad. Más bien se trata, otra vez, de la libertad. Dios habría dejado la capacidad moral de elegir en nuestras manos.

P. El Holocausto en nuestras manos.

R. Y también los innumerables actos de bondad y de solidaridad con nuestros semejantes que cada día protagonizamos.

P. ¿Cuál es, a su juicio, el rasgo fundamental de la ética judía?

R. La ética judía ha contribuido a la construcción del mundo occidental. Y ha influido, como no podía ser de otro modo, sobre cristianos y laicos. Yo creo que el rasgo dominante es su postura contraria al sacrificio humano. Eso es lo que le separó radicalmente de las idolatrías que se basaban en el sacrificio para aplacar a los dioses. Y lo que explica que el judío, a ojos de los cristianos, quedara convertido en una especie de antihéroe. Podemos decir que el Dios de los judíos no necesita que muera el hombre. De ahí que, a diferencia del cristianismo y el islamismo, el judaísmo no practique la conversión por la espada. Aunque también es justo decir, respecto del islamismo, que también hubo un islam respetuoso. Y que en algunas comunidades medievales, como la de Marruecos, las víctimas de las conversiones forzadas pudieron volver a recuperar al cabo del tiempo su religión original.

P. ¿No le parece que Dios/No Dios es una radical barra separadora?

R. Desde el punto de vista de los valores es lo mismo vivir con Dios que sin Dios. Dios es una compañía, no una coerción. No creo que Dios separe. Para mí Dios es algo muy parecido a mis padres. Yo quise a mis padres. Ya no están físicamente conmigo, pero me acompañan. Dios para mí es esa compañía, casi ligera. No creo que de ahí se desprenda una ética separadora.

P. Aun sin pensar en el extremo del suicida que está seguro de que alcanzará el Paraíso, el fondo de la conducta humana parece que debe de ser muy diferente en razón de si se cree o no en la otra vida.

R. Yo no creo en la resurrección.

P. Muchos judíos no son en este sentido trascendentes. Pero siempre es extraño pensar en una vivencia religiosa que obvia la trascendencia.

R. Yo no represento la ortodoxia, se lo repito. Tengo una visión fragmentada de la fe. Pero soy un hombre religioso, y no creo que la religión sea incompatible con la creencia de que ésta es la única vida que tenemos y que vale la pena vivirla a pesar de que sea la única. Por otro lado, yo vivo la religión. No vivo de la religión. Es importante, me parece. Tengo compromisos con mi fe, pero sólo y estrictamente con mi fe.

P. Esa visión de las cosas conlleva necesariamente la creencia en una suerte de progreso moral.

R. Sí, yo creo que hay progreso moral. Que el hombre avanza y retrocede…, pero que avanza.

P. La armonía final de la que hablaba implica un cierto estado de caos. El caos vigente.

R. Sí, probablemente el papel fundamental del hombre sea restablecer la armonía.

P. Qué asunto más extraño. ¿Por qué la armonía inicial iba a dar un rodeo tan largo?

R. Es cierto que la creación del mundo finito se hace por voluntad del ser infinito. En la tradición mística judía se alude a la creación del mundo como a una necesidad interna, estructural, del ser infinito.

P. Me resulta llamativo este lenguaje tan racionalista aplicado a la metafísica

R. No es raro en un judío. En el judaísmo ha habido tradicionalmente tendencias racionalistas muy fuertes. Y yo me siento identificado con ellas y supongo que eso se trasluce en la manera de hablar de estas cosas.

P. Le fe se ha movido algo menos que la ciencia.

R. Pero la cuestión básica es la misma. El espíritu de Dios no puede estar en contra de la ciencia. Entre otras cosas, porque la ciencia es una lectura de ese pensamiento, del pensamiento de Dios.

P. O sea que el científico interpreta a Dios.

R. Pues sí, en cierto modo sí.

P. Es un buen argumento para los creacionistas. Sin embargo, no veo que lo usen.

R. Darwin es compatible con Dios. Totalmente compatible. Él mismo consideraba que la evolución era compatible con la existencia de un creador. Una fe que vacilara ante la ciencia sería inservible. La religión tiene que aceptar el método científico. Lo contrario sería establecer que la religión es una forma de ceguera.

P. Así ha sido y así es tantas veces.

R. No es mi sentimiento religioso. Fíjese que mi sentimiento religioso parte de la pura ansiedad de saber. Es algo que está más asociado al conocimiento racional que a cualquier otra fenomenología. Yo creo porque no sé. La ciencia no contesta a las últimas preguntas.

P. Tal vez porque son preguntas religiosas.

R. Son preguntas humanas. El hombre lleva siglos haciéndoselas. La conciencia de la humanidad, del mismo ser del hombre, es inseparable de estas preguntas. Pero, obviamente, estas preguntas son perfectamente conciliables con las respuestas parciales que la ciencia va generando. La ciencia trabaja a favor de Dios. Otra cosa sería suponer que la ciencia miente.

P. O que Dios miente.

R. Las dos hipótesis me parecen improbables.

P. ¿Cómo se concilia la llegada de esa armonía universal con la libertad del hombre para destruir el mundo?

R. Pues es perfectamente compatible con la idea de Dios. En efecto, el hombre puede destruirse. La armonía final puede no llegar. El mundo finito tiene un final abierto. Por eso es el que es.

P. ¿Vería Dios impasible ese final?

R. Puede pensarse. La libertad no es un juego… Es algo grave y serio. Se ejerce y Dios asiente. No es un truco…

P. Ni un Deus ex machina, demiurgo salvador.

R. Exactamente, no es eso. Otra cosa naturalmente es el ejercicio de la piedad.

P. ¿En qué consiste?

R. Dios pudiera verse afligido por el destino de sus criaturas. Intervendría, como el padre, ya muy alejado de sus hijos, interviene al fin. Por pura piedad. No es descartable. Pero lo decisivo en mi cosmovisión religiosa, no me cansaré de repetir que personal y tal vez heterodoxa, es que, en efecto, Dios podría no intervenir. Supondría que la experiencia humana habría salido mal.

P. Áspera visión de la trascendencia.

R. Yo diría que racional si usted no lo encontrara tan llamativo.

Extracto del libro “Cartas del caminante y otros escritos” de Jacobo Israel Garzón, Hebraica Ediciones

http://www.libreriahebraica.com/catalog/product_info.php?manufacturers_id=2225&products_id=5437&osCsid=ec8e043d5dd7c36ddfda883d27629dfe

Acerca de Juan Zapato

Desde temprana edad mi incursión por las palabras escritas fue delineando mi perfil intelectual hacia la literatura. Ángela, mi abuela, con su cálida voz y esa facilidad para transmitir oralmente las historias que solían acompañarme por las noches –preparación para el sueño– despertó en mí la pasión por los libros. Luego vino el amor, junto con las primeras palabras que dibujaran versos adolescentes, impulsos quebrados en forzosas rimas, la intención que conlleva la pureza de plasmar sobre una hoja un universo de fantasías reales y de realidades fantásticas, trampas que el inconsciente juega a nuestros sentidos. Trasnochadas de cafés compartidas con poetas, salvadores del mundo, sabihondos y suicidas. Horas sumergidas en librerías buscando los tesoros de la literatura olvidados en algún estante. Cartas que nunca partieron hacia ningún lugar. Conversaciones perdidas con la gente que ya no está”. Ver todas las entradas de Juan Zapato

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