“El cuaderno rojo”, por Diago Lezaun

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Era el primer cuaderno entero para él solo de toda su vida: tamaño cuartilla, cuadriculado, de tapas duras y rojas, lleno de hojas vírgenes para llenar de garabatos, retratos de papá, de mamá y el hermanito, y los primeros ensayos de palabras. A Pablo le hizo muchísima ilusión.

Tanto que a mamá le dio no sé qué el abrirlo y saborear las señales y símbolos de la vida interior de Pablo. El día que mamá, como quien comete un robo (o al menos así se sentía) entró al cuarto de Pablo, abrió el cuaderno y leyó davi muetro y tato malo sintió un sudor frío, corrió al ritmo de su corazón a la cuna, en su dormitorio, pero cuando llegó, Pablo, con la almohada aún entre las manos, ya había dejado de apretar.

Diago Lezaun©

Acerca de Juan Zapato

Desde temprana edad mi incursión por las palabras escritas fue delineando mi perfil intelectual hacia la literatura. Ángela, mi abuela, con su cálida voz y esa facilidad para transmitir oralmente las historias que solían acompañarme por las noches –preparación para el sueño– despertó en mí la pasión por los libros. Luego vino el amor, junto con las primeras palabras que dibujaran versos adolescentes, impulsos quebrados en forzosas rimas, la intención que conlleva la pureza de plasmar sobre una hoja un universo de fantasías reales y de realidades fantásticas, trampas que el inconsciente juega a nuestros sentidos. Trasnochadas de cafés compartidas con poetas, salvadores del mundo, sabihondos y suicidas. Horas sumergidas en librerías buscando los tesoros de la literatura olvidados en algún estante. Cartas que nunca partieron hacia ningún lugar. Conversaciones perdidas con la gente que ya no está”. Ver todas las entradas de Juan Zapato

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