“Poesías en idish”, Avrom Sútzkever

ghetto

Para Mara

Padre e hija

a) Ante la ventana

La pequeña hace una pregunta a su padre, el poeta
que cansado apaga en la hoja de papel su cabeza
ante la ventana donde “una estrella habla con otra”:
—Dime la verdad, ¿Dios escribe poesías?

Y antes aún de que su majestad, el poeta,
logre responder a la ardua pregunta, ya lo hace la criatura:
—Seguramente escribe. Las estrellas son sus poesías.
¿Por qué no escribes tú con la misma blanca tinta?

b) Juguetes

Trata con cariño a tus juguetes, hija,
a tus juguetes más pequeños que tú;
arrópalos con las estrellas del árbol
de noche, cuando el fuego se va a dormir;

y cálzale botas a tu muñeco
cuando se echa a soplar el águila del mar;
y deja que el glotón potrillito de oro
devore la brumosa dulzura de la hierba.

Cubre con un panamá a tu muñeca
y ponle una campanita en la mano,
que los juguetes le lloran a Dios
porque ninguno de ellos tiene madre.

Cuida a tus pequeñas princesas,
que yo recuerdo un doloroso día:
siete calles cubiertas de muñecas
y en la ciudad no quedaba un solo niño.

Ejecución
(Ghetto de Vilna, 1942)

Cavo una fosa como se debe y ordenan
y busco consuelo en la tierra entretanto.

Un golpe de azada y aparece debajo
debatiéndose, patético, un pequeño gusano.

Mi azada lo corta y sobreviene un milagro:
el gusano partido se hace dos, se hace cuatro.

Otro corte de nuevo y ya son seis los gusanos,
¿y todos estos seres creados por mi mano?

Vuelve el sol entonces a mi ánimo sombrío
y la esperanza fortalece mi brazo:

si un gusanito no se rinde a la azada,
¿es que eres, acaso, menos que un gusano?

Ante un cálido montículo
(Bosque de Vilna, 15 de diciembre de 1941)

Ante un cálido montículo de bosta equina
caliento, caliento mis manos heladas.
Caliento mis manos y mi corazón se entristece:
qué poco entendí y reconocí hasta ahora
la grandeza de lo pequeño…
También puede suceder
que se haga canto de sublime belleza,
de un montoncito de bosta su cálido aliento.

Mientras escribía con ojos cerrados…

Mientras escribía con ojos cerrados un poema,
sentí de pronto arder fuego sobre mi mano;
y cuando desperté, brotaba como una flor,
de las negras llamas del papel,
el hálito de un nombre: DIOS.
Pero, maravillada y temerosa,
mi pluma borró ese nombre
y escribió en su lugar
uno más familiar: HOMBRE.

Desde entonces, como un pájaro invisible,
me persigue siempre una voz
que picotea en las raíces de mi alma:
“¿Por quién me has cambiado?”

Improvisación

No acumules avariento tus horas;
Que el tiempo no se haga más el payaso
Tiéndelas por sobre todos los abismos
Y atrapa en una red al ocaso.

Que se echen a nadar los mares
Y salten precipicio abajo
Con tal de burlar a la muerte
No te arrodilles en su teatro

Arráncales la máscara
Y échale tus horas rápidamente encima
Los ancianos mueren en plena juventud
Y los abuelos sin solo niños disfrazados

Abraham Sutzkever©, traducido al español por el poeta judeo-argentino Eliahu Toker
Fuente: http://www.raoulwallenberg.net

Acerca de Juan Zapato

Desde temprana edad mi incursión por las palabras escritas fue delineando mi perfil intelectual hacia la literatura. Ángela, mi abuela, con su cálida voz y esa facilidad para transmitir oralmente las historias que solían acompañarme por las noches –preparación para el sueño– despertó en mí la pasión por los libros. Luego vino el amor, junto con las primeras palabras que dibujaran versos adolescentes, impulsos quebrados en forzosas rimas, la intención que conlleva la pureza de plasmar sobre una hoja un universo de fantasías reales y de realidades fantásticas, trampas que el inconsciente juega a nuestros sentidos. Trasnochadas de cafés compartidas con poetas, salvadores del mundo, sabihondos y suicidas. Horas sumergidas en librerías buscando los tesoros de la literatura olvidados en algún estante. Cartas que nunca partieron hacia ningún lugar. Conversaciones perdidas con la gente que ya no está”. Ver todas las entradas de Juan Zapato

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