«Pedro y el lobo», Juan Zapato

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Conocida es la historia de Pedro y el lobo, que de tanto mentir, la vez que dijo la verdad nadie le creyó.

Pero quiero contarles el cuento (nunca mejor dicho) de otro personaje al que llamaré Pedruzco, con zeta.

Pedruzco alzó vuelo en un halcón y emprendió una nueva gira artística en busca de fama por tierras vikingas, días atrás había asentado sus posaderas en una alfombra mágica por oriente (medio, cercano o próximo según desde donde nos encontremos o las circunstancias) a las tierras de Alí Babá, no sé si para unirse a sus huestes o tan solo malgastar del erario público, ya que era un indigno mandatario. Hablo con unos, hablo con otros y no dijo nada, pero en esta ocasión dijo ante sus homólogos: «es el momento de pasar de las palabras a los hechos», mientras carraspeaba, para que pasara desapercibida su enigmática frase.

El caso es que a contramano de la Historia (con mayúsculas), Pedruzco intentaba empoderar su causa ante un público de igual calaña que orgásmicamente le aplaudía, le estrechaba la mano, besos y abrazos.

Mientras tanto en el mundo real sucedía un milagro, para desgracia suya.

Él, que era el mensajero de la paz, o mejor dicho el palomo que con su cagada intenta desvirtuar la realidad, no salía del asombro de que su archienemigo, el más malvado de los pueblos, ellos los elegidos y no él, obtenía el apoyo para su defensa y demostraba una vez más, su soberanía. Tardío en reaccionar, bebió un café bien cargado como cuando… Bueno y se subió al vagón de cola, pero de tanto y tanto cambiar de rumbo, a perdido su destino, que Alá lo proteja, aunque sea un infiel ateo.

Juan Zapato©

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Acerca de Juan Zapato

Desde temprana edad mi incursión por las palabras escritas fue delineando mi perfil intelectual hacia la literatura. Ángela, mi abuela, con su cálida voz y esa facilidad para transmitir oralmente las historias que solían acompañarme por las noches –preparación para el sueño– despertó en mí la pasión por los libros. Luego vino el amor, junto con las primeras palabras que dibujaran versos adolescentes, impulsos quebrados en forzosas rimas, la intención que conlleva la pureza de plasmar sobre una hoja un universo de fantasías reales y de realidades fantásticas, trampas que el inconsciente juega a nuestros sentidos. Trasnochadas de cafés compartidas con poetas, salvadores del mundo, sabihondos y suicidas. Horas sumergidas en librerías buscando los tesoros de la literatura olvidados en algún estante. Cartas que nunca partieron hacia ningún lugar. Conversaciones perdidas con la gente que ya no está”. Ver todas las entradas de Juan Zapato

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