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“Dios no es una niñera”, Sara Mayer

Crecí viendo entrevistas de mi abuela en la TV nacional. Puede que no haya sido tan famosa como Elie Wiesel, pero para mí, ella era más grande que la vida misma. Era escritora y había aparecido en un documental ganador de un Emmy. Era la persona más famosa que yo conocía. Y ella, era mi abuela.

«¿Usted todavía cree en Dios después del Holocausto?». La respuesta de mi abuela estaba grabada en mi corazón.

En cada clase, entrevista, o serie de preguntas y respuestas, le hacían a mi abuela la misma pregunta, y yo conocía muy bien su respuesta, la cual había quedado grabada en mi mente y en mi corazón:

«¿Todavía cree en Dios después del Holocausto?», le preguntaban.

Para muchos, la pregunta parecía demasiado controversial, demasiado dolorosa. Pero para mi abuela era simple. Y yo murmuraba la respuesta junto con ella: «Dios no es una niñera».

En mi mente, las preguntas que sus oyentes no se atrevían a preguntar pedían respuestas a gritos. «¿Dónde estaba Dios cuando Adolf Hitler puso en marcha la solución final?». «¿Y dónde estaba Dios cuando tu padre y tu madre estaban siendo llevados a las cámaras de gas?». «¿Y dónde estaba Dios cuando tu hermano fue brutalmente asesinado pocos días antes de la liberación?».

Pero la respuesta también estaba ahí, implantada por mi abuela. «Dios estaba viendo y llorando. Estaba llorando por todos sus hijos. Por los que habían hecho mal y por los que habían sido dañados. Dios dirige el mundo, pero les concede libre albedrío a sus hijos. Depende de ellos decidir lo que harán con él. Una niñera es un reemplazo temporal de un padre. Su trabajo es asegurar que el niño esté exactamente igual que cuando los padres salieron. Con una niñera no hay lugar para el crecimiento, porque todo lo que sea incluso remotamente peligroso debe ser frenado antes de comenzar. ¿Acaso Dios tendría que haber liquidado a cada nazi con un rayo? ¡No!, porque Dios no es una niñera».

Mientras su sorprendida audiencia se recuperaba de su respuesta, mi abuela continuaba. «No fue Dios quien me lastimó. La gente me hizo esas cosas. Vi muchos milagros. Déjenme leerles de mi libro…». Yo sonreía mientras mi abuela buscaba entre las páginas de la manoseada copia que llevaba consigo de su libro “One Who Came Back” (Uno Que Volvió). Yo me sabía prácticamente todo el libro de memoria, y sabía la historia que contaría a continuación.

«Un día, mientras cuatro de nosotras quitábamos piedras de una zanja angosta con nuestras manos desnudas, mi paciencia fue puesta nuevamente a prueba. Las piedras tenían que ser cargadas en una carreta, la cual era remolcada por un caballo. Desde un principio no le agradé al trabajador alemán que vino con el caballo. Me acosó y molestó todo el día. Yo le presté la menor atención que pude, pero eso parecía provocarlo aún más. Finalmente le ordenó al caballo, que estaba parado sobre mí, que me pateara, me tirara al piso y acabara conmigo. Yo no me podía mover, por lo que comencé a hablarle al caballo con una voz muy baja. Le dije, en holandés por supuesto, que era un buen animal, y que yo sabía que él no me lastimaría. Sólo seguí hablando y hablando. Y sin importar las amenazas que el alemán dijera, el caballo se mantenía tercamente firme en su lugar».

Mi abuela levantó los ojos, dejó sus lentes de leer a un costado, y preguntó: «¿Por qué un caballo me escucharía a mí hablándole en un idioma extraño, en lugar de escuchar a su amo y dueño? Vi muchos milagros como este. Dios cuida de nosotros. Permite que pase tanto lo bueno como lo malo. Dios no es una niñera».

Visitando Treblinka

Desde la primera vez que escuché acerca de la “Marcha por la Vida”, quise participar en el programa. Las experiencias de mi abuela eran parte de mí. Necesitaba entender, al menos en parte, por lo que ella había pasado. No sé que esperaba del viaje, pero mientras estaba en Majdanek, Aushwitz y Birkenau aferraba firmemente el libro de mi abuela con la esperanza de obtener fuerzas por ósmosis de sus palabras. Incluso los miembros religiosos de nuestro grupo lloraban de dolor: «¿Cómo Dios dejó que esto ocurriera?». Pero yo estaba protegida por el mantra que solía recitar con mi abuela: “Dios no es una niñera”.

En uno de nuestros últimos días en Polonia visitamos Treblinka. Los nazis habían destruido todo el campamento antes de que el área fuese liberada. Para cuando llegaron las fuerzas aliadas, una granja rodeada por árboles había sido construida sobre el pedazo de tierra que alguna vez albergó las cámaras de gas. La granja ya no está ahí, sino que hay monumentos que demarcan la ubicación de las vías del tren, la reja y los edificios. Los habitantes locales disfrutan del «parque». Una familia estaba haciendo un asado cuando llegamos. Desde lejos, el humo parecía elevarse desde el monumento del crematorio.

La vida silvestre estaba en todos lados. El dulce sonido de pájaros piando se entremezclaba con el aire fresco y el olor a madera que hacía cosquillear nuestras narices. Las mariposas se movían ágilmente entre los árboles, buscando néctar. «Las mariposas son las almas de los niños que perdimos aquí», dijo mi guía. Yo sonreí mientras pensé en el poema Nunca vi otra mariposa. Mientras nos preparábamos para entrar en el bosque, una mariposa se posó en la mejilla de mi guía.

Yo me reí de su reacción de sorpresa. «Esa mariposa te besó», murmuré.

Yo estaba completamente vacía. Había perdido toda la fe, no en Dios – sino en el hombre.

Me detuve en el quiosco que había en el estacionamiento y tomé una guía explicativa. Mientras entrábamos, leí las estadísticas: «874,000 judíos fueron asesinados en Treblinka, y prácticamente no hubieron sobrevivientes». Mi mente dio vueltas alrededor de los asombrosos números. ¿Casi un millón de judíos habían muerto en vano? Cuando llegamos a la línea de piedras que simbolizaba el alambrado, me detuve.

Me quedé paralizada ante la belleza que enmascaraba los horrores que habían ocurrido en aquel lugar, y caí al piso. Me acurruqué al lado de la piedra más cercana. Estaba completamente vacía. Había perdido toda la fe, no en Dios – sino en el hombre.

¿Cómo pudieron hacernos esto? ¿Cómo pudo pasar esto en un mundo aparentemente civilizado? ¿Cómo pueden haber habido “espectadores inocentes” presenciando el asesinato sistemático y a sangre fría de casi 900.000 personas sin hacer ni decir nada? ¿Dónde estaba la humanidad cuando esto pasó? ¿En dónde estoy yo cuando otros sufren?

Estas preguntas me daban vueltas en la cabeza, sin que fuese capaz de llegar a ninguna respuesta. Pero mi abuela me había entregado un legado adicional, al cual me aferré cuando mi mantra falló. Saqué una lapicera y un papel, y comencé a escribir. Me volví parte del paisaje mientras estaba ahí, sentada, absolutamente inmóvil, con la sola excepción de mi lapicera que se movía a medida que esbozaba frases en aquella hoja. Mi corazón sangraba en el papel como una herida abierta. ¿Superaría alguna vez esos sentimientos de desesperanza?

Mi lapicera se detuvo a medida que mi confundida mente comenzaba a sentirse exhausta. Levanté la vista, y quedé maravillada por la delicada forma de una mariposa que abría y cerraba lentamente sus alas sobre mi rodilla. Las palabras de mi guía volvieron a mí: «Las mariposas son las almas de los niños que perdimos aquí». Sí, es verdad que perdimos a este niño, pero por otro lado, muchos otros niños han venido al mundo desde entonces. ¿No somos acaso mi hermana, mis primos y yo prueba de que los nazis fallaron?

Un nuevo sentimiento, incluso más abrumador que el anterior, estalló en mi corazón. Mientras miraba los elegantes movimientos de la mariposa, sentí una sola cosa: esperanza.

¿Por qué le pasan cosas malas a la gente buena? No tengo respuesta a eso. Desde que Moshé le preguntó esto a Dios en el desierto, nos hemos preguntado el por qué. Pero la respuesta continúa siendo inasequible. Todo lo que puedo hacer es recordar que todo pasa por una razón, más allá de si la entiendo o no, y tener esperanza de que los niños del futuro aprendan las lecciones que nos dejó el pasado.

Sobreviviendo

Luego de nuestra semana en Polonia, fuimos a Israel. Todos dejamos de lado los sentimientos de lo que habíamos vivido durante una semana para celebrar. Podríamos pensar en eso cuando volviéramos a casa. Una de mis amigas no pudo soportar los intensos cambios de emociones por los que estábamos pasando en el viaje; tuvo un colapso nervioso un par de días después de llegar a Israel.

«¿Cómo pretendes que apague todos esos sentimientos?», le decía al guía que había venido a hablar con ella para que participara en las actividades. «Después de todo lo que vimos y vivimos, ¿deberíamos simplemente dar media vuelta y ser frívolos y despreocupados?».

La respuesta del guía tuvo un efecto muy profundo en mí, a pesar de que a mi amiga le fue indiferente.

«¿Los sobrevivientes sobrevivieron para que nos ahoguemos en pena o para que podamos vivir?».

Sobrevivir significa estar en paz con tu experiencia y construir una vida.

Todos mis pensamientos negativos sobre las inconsistencias que tenían las dos partes del viaje se desvanecieron. Pensé en las fotos de mi abuela de después de la guerra, cuando volvió a Holanda y descubrió que era la única que había sobrevivido. Ella aparecía sonriendo en todas las fotografías.

¿Fue fácil para ella volver? Estoy segura que no. Incluso después de la guerra había dificultades que superar. Pero ser un sobreviviente era mucho más que tener el corazón latiendo cuando los aliados llegaron a liberarlos. Significaba estar en paz con tu experiencia y construir una vida.

Ya no cuento los seis millones de judíos que perdimos en el Holocausto, sino que cuento a mis seis millones de vecinos judíos que viven en Israel. Ya no vivo en lo que pasó en Europa, sino que vivo en lo que es Israel hoy en día. Mi esposo y yo, ambos nietos de sobrevivientes del Holocausto, conmemoramos las vidas que fueron perdidas en el pasado construyendo nuestras vidas y las vidas del futuro, nuestros hijos. Sólo rezo que podamos inculcar en ellos la misma fe que mi abuela inculcó en mí.

Sara Mayer©  Fuente: http://www.aishlatino.com/e/oe/162505556.html


“Pequeño curso de oratoria política- populista”, Chávez, Kirschner y siguen las firmas.

Lee una cualquiera de las frases de la columna 1,
seguida de otra cualquiera de las frases de la columna 2,
a continuación otra cualquiera de la columna 3,
y otra cualquiera de la columna 4.
Sigue tu discurso igual eligiendo otra frase, más otra, más otra y así sucesivamente hasta la eternidad.
No hace falta que las frases sean de una misma línea.
Cuantas más variaciones hagas, más importante parecerá lo que dices. 

Prúebalo:

1

2

3

4

Queridos compañeros

la realización de las premisas del programa

nos obliga a un exhaustivo análisis

de las condiciones financieras y administrativas existentes.

Por otra parte, y dados los condicionamientos actuales

la complejidad de los estudios de los dirigentes

cumple un rol esencial en la formación

de las directivas de desarrollo para el futuro.

Asimismo,

el aumento constante, en cantidad y en extensión, de nuestra actividad

exige la precisión y la determinación

del sistema de participación general.

Sin embargo no hemos de olvidar que

la estructura actual de la organización

ayuda a la preparación y a la realización

de las actitudes de los miembros hacia sus deberes ineludibles.

De igual manera,

el nuevo modelo de actividad de la organización,

garantiza la participación de un grupo importante en la formación

de las nuevas proposiciones.

La práctica de la vida cotidiana prueba que

el desarrollo continuo de distintas formas de actividad

cumple deberes importantes en la determinación

de las direcciones educativas en el sentido del progreso.

No es indispensable argumentar el peso y la significación de estos problemas ya que

nuestra actividad de información y propaganda

facilita la creación

del sistema de formación de cuadros que corresponda a las necesidades.

Las experiencias ricas y diversas muestran que

el reforzamiento y desarrollo20de las estructuras

obstaculiza la apreciación de la importancia

de las condiciones de las actividades apropiadas.

El afán de organización, pero sobre todo

la consulta con los numerosos militantes

ofrece un ensayo interesante de verificación

del modelo de desarrollo.

Los superiores principios ideológicos, condicionan que

el inicio de la acción general de formación de las actitudes

implica el proceso de restructuración y modernización

de las formas de acción.

Incluso, bien pudiéramos atrevernos a sugerir que

un relanzamiento específico de todos los sectores implicados

habrá de significar un auténtico y eficaz punto de partida

de las básicas premisas adoptadas.

Es obvio señalar que

la superación de experiencias periclitadas

permite en todo caso explicitar las razones fundamentales

de toda una casuística de amplio espectro.

Pero pecaríamos de insinceros si soslayásemos que

una aplicación indiscriminada de los factores concluyentes

asegura, en todo caso, un proceso muy sensible de inversión

de los elementos generadores.

Por último, y como definitivo elemento esclarecedor, cabe añadir que

el proceso consensuado de unas y otras aplicaciones concurrentes

deriva de una indirecta incidencia superadora

de toda una serie de criterios ideológicamente sistematizados en un frente común de actuación regeneradora.


“Animales mortales”, John Gray

Creemos ser distintos a los demás animales porque nosotros sí que sabemos que vamos a morir algún día, cuando, en realidad, no sabemos más que ellos acerca de lo que conlleva la muerte. Todo nos indica que supone la extinción, pero no podemos hacernos siquiera una idea inicial de lo que eso significa. Lo cierto es que no tememos el paso del tiempo porque conozcamos la inexorabilidad de la muerte, sino que tememos la muerte porque nos resistimos al paso del tiempo. Si otros animales no temen la muerte como nosotros, no es porque nosotros sepamos algo que ellos no saben. Es porque el tiempo no supone para ellos una carga.

Nosotros creemos que el suicidio es un privilegio exclusivamente humano. Nos mostramos ciegos al parecido que hay entre las formas mediante las que tanto nosotros como otros animales ponemos fin a nuestras vidas. Hasta hace aproximadamente un siglo, era habitual que las personas se dejasen vencer por la neumonía (“la amiga del viejo”) o aumentasen su ingesta diaria de opiáceos hasta quedarse dormidas para siempre. Los hombres y las mujeres que hacían esto recurrían a la muerte, de manera consciente en ocasiones, pero, de forma más habitual, en un arrebato instintivo en nada distinto al del gato que busca un lugar tranquilo para esperar su final.

A medida que la humanidad se ha ido tornando más ‘moral”, ha ido poniendo más obstáculos a ese tipo de muertes. Los griegos y los romanos preferían la muerte a una vida que no valiera la pena. Hoy, hemos convertido la libertad de elección en un fetiche, pero está prohibido elegir la muerte. Quizá lo que distingue a los humanos de otros animales es que los seres humanos han aprendido a aferrarse con mayor vileza a la vida.

Una de las escasas ocasiones en las que un escritor europeo ha afirmado que las muertes de los humanos no se diferencian en nada de las de otros animales ha sido bajo el heterónimo de Bernardo Soares.

Si considero atentamente la vida que viven los hombres, nada encuentro en ella que la diferencie de la vida que viven los animales. Unos y otros se ven lanzados inconscientemente a través de las cosas y el mundo; unos y otros se entretienen con intervalos; unos y otros recorren diariamente el mismo trayecto orgánico; unos y otros no piensan más allá de lo que piensan, ni viven más allá de lo que viven. El gato se revuelca al sol y allí duerme. El hombre se revuelca en la vida, con todas sus complejidades, y allí duerme. Ni uno ni otro se libera de la ley fatal de ser como es.

Bernardo Soares, era una de las numerosas identidades imaginarias asumidas por el gran escritor portugués Fernando Pessoa. Hay verdades imposibles de explicar si no es a través de la ficción.

John N. Gray©


“Llevar todo a casa”, Richard Tarnas

Podrían hacerse muchas generalizaciones acerca de la historia del pensamiento occidental, pero, hoy por hoy, tal vez lo que se presenta con evidencia más inmediata sea que, desde el principio hasta el final, se ha tratado de un fenómeno abrumadoramente masculino: Sócrates, Platón, Aristóteles, Pablo, Agustín, Tomás de Aquino, Lutero, Copérnico, Galileo, Bacon, Descartes, Newton, Locke, Hume, Kant, Darwin, Marx, Nietzsche, Freud… La tradición intelectual de Occidente ha sido producida y canonizada casi íntegramente por hombres y se ha inspirado predominantemente en perspectivas masculinas. Es claro que este predominio masculino en la historia intelectual de Occidente no se debe a que las mujeres sean menos inteligentes que los hombres, pero ¿se puede atribuir exclusivamente a las restricciones sociales? Yo pienso que no. Creo que hay en ello algo más profundo: algo arquetípico. La masculinidad de la mentalidad occidental lo ha invadido todo, ha sido fundamental, tanto en hombres como en mujeres, ha afectado todos los aspectos del pensamiento occidental y ha determinado su concepción básica del ser humano y el papel humano en el mundo. Las principales lenguas en que se desarrolló la tradición occidental, desde el griego y el latín, tendieron sin excepción a personificar la especie humana con palabras de género masculino: anthröpos, homo, l’homme, man, l’uomo, chelovek, der Mensch, hombre.

Como ha quedado fielmente reflejado en el relato histórico de este libro “La pasión del pensamiento occidental”, siempre ha sido «el hombre» esto o «el hombre» lo otro: «el ascenso del hombre», «la dignidad del hombre», «la relación del hombre con Dios», «el puesto del hombre en el cosmos», «la lucha del hombre con la naturaleza», «la gran conquista del hombre moderno», y así sucesivamente. El «hombre» de la tradición occidental fue un héroe masculino inquiridor, un rebelde prometeico biológico y metafísico que ha buscado sin cesar la libertad y el progreso, y que se ha esforzado permanentemente por diferenciarse de la matriz de la cual emergió y controlarla. Esta predisposición masculina en la evolución de la mentalidad occidental, aunque en gran medida inconsciente, no sólo ha sido característica de dicha evolución, sino que ha sido, también, esencial a ella.

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“Propuesta popular”, Matthew Stewart

Todo el mundo cuenta con un conjunto de creencias generales, y la mayor parte de la gente en cualquier momento puntual (y a lo largo de la historia) tiene un cierto subconjunto compartido de tales creencias. En ocasiones denominamos «filosofías» a dichos subconjuntos, aunque ello puede suponer un abuso del lenguaje. Lo que puede contar como filosofía es la actividad de conservar en el camino estas creencias iniciales, o disposiciones, abiertas a la verdad sobre las cosas, libres de confusiones autoinfligidas. La filosofía ordena frecuentemente los recordatorios con el propósito estratégico de guardar la mente popular abierta y crítica. Aquí propongo unas cuantas de tales advertencias, todas ellas máximas tópicas, una renovada llamada de atención a lo que puede ayudar a precavernos contra algunas de las populares preconcepciones de nuestro tiempo. Dado que mi objetivo es vasto, amorfo y no autoconsistente, uno no ha de esperar más que generalidades y pontificaciones.
 
mafaldapensandoNo faltan hoy aquellos que predican que todos somos víctimas de una cierta forma de pensar heredada; que la historia de la filosofía occidental ha condicionado nuestra forma de pensar, nos ha apaleado con esquemas conceptuales en la forma de prejuicios, nos ha convertido en monstruos inmorales y nos ha dividido en grupos incompatibles e incomunicados. Predican que el individuo es una ilusión egoísta, que sólo el grupo es real, y que debemos romper el código de nuestro pensamiento si hemos de lograr la salvación.
 
Contra estos predicadores de la falsedad digo:
 
Usted es lo que piensa. Sólo usted es responsable de lo que piensa. Nadie más, ni la historia, ni el lenguaje, ni el inconsciente puede sustituirle. Suyo propio no hay más que lo que usted pueda pensar por sí mismo. Nada está oculto. Los miles de años de pensamiento y cultura no están ahí para atraparle en formas fijas de pensar, sino para liberar su pensamiento. Ésta es nuestra única herencia real de la filosofía.
 
Usted puede hacer que las cosas sean mejores. Si usted piensa, si ve cómo son las cosas, puede advertir cómo cambiarlas. No siempre funcionará de acuerdo con el plan, pero a veces sí ocurre. La razón es su amiga. Las cosas pueden mejorar. Podemos hacerlo mejor. Esto no es tan sólo ideología estadounidense; vergüenza ha de dar a los que digan lo contrario.
 
La filosofía no encierra misterio. Puede que haya misterio en el mundo, si usted quiere, pero ninguno en la filosofía. No hay un gran secreto reservado para los iniciados filosóficamente. Ni fábrica secreta del pensamiento alguna, ya sea cultural, histórica o metafísica. Ninguna explicación para acabar con todas las explicaciones. Ningún «lo que es» idéntico a «que es». Ninguna respuesta única para todos los problemas del mundo. La filosofía es, en el mejor de los casos, la residencia para unas cuantas preguntas no respondidas. En lo que respecta al conocimiento filosófico, no se trata de lo qué conoces, sino de cómo lo conoces, y para ello no se necesita más que unas cuantas máximas sensatas.
 
En suma, sólo digo: ¡piense!, ¡sea responsable!, ¡sea bueno! Sea honesto consigo mismo. Conviértase en lo que es.

Matthew Stewart©


“Tres monos sabios y yo”, Roberto Sánchez

Continuando con lo prometido, aquí la segunda entrega de aquel editorial publicado en “Israel Latina”. Corría el mes de Agosto del 2006 y la proximidad del fin de la guerra. Cualquier coincidencia con la actualidad, es la realidad.

 

Tres monos sabios y yo

Uno calla, otro prefiere no ver y el tercero no quiere escuchar, y yo solo, en el escenario, intérprete de un monólogo forzado, por que ellos no quieren protagonizar un diálogo, han elegido la crítica destructiva. Pero hay una luz de esperanza, eres tú lector.

Los Goebels de hoy se llaman “formadores de opinión”, ejercitan la demagogia ante masas a las que han venido desinformando desde hace tiempo so pretexto de privilegiar el consumismo, el individualismo, el desinterés por el compromiso con sus pares y el medio ambiente que, aunque lo ignoren, deben compartir.

No son tiempos de grandes lecturas ni de grandes pensadores, y ni hablar de grandes dirigentes. Igual que comida de fast food, la educación y la información llegan casi digeridas y el olor a podrido se oculta en atractivos envoltorios. El acelerador constantemente presionado, no permite a los hombres detenerse a mirar el mundo que les rodea, pensarlo, repensarlo.

En frente de Occidente, el atraso provocado, fomentado desde unos pocos amos que ostentan el poder traspasado generación tras generación, sumergen a millones de seres humanos miles de años en la historia. Analfabetizan en el culto al odio. La vida no es un valor en sí, y todos estos padecimientos no son atribuibles al “imperialismo”. Ni las luchas intestinas son revolucionarias, ni “liberación o dependencia” movilizan las ideas.

Es la barbarie de las civilizaciones.

La única democracia en oriente medio es insultada de fascista.

Nuestro ejército de defensa, son nuestros hijos, son los padres de familia convocados como reservistas los que caen en el frente de batalla. Ellos, las mujeres y los hombres de nuestro pueblo, nuestro ejército de defensa, son descriptos dantescamente como una gran máquina de destrucción que pisotea inocentes, indefensos, desprotegidos.

Aquí en el norte de Israel, las ciudades atacadas por las katiushas disparadas por la banda criminal de Hezboláh, ASESINAN A CIVILES. Y no morimos más, porque durante estos últimos seis años que desde el otro lado de la frontera se construían túneles y bunkers, se aprovisionaban de miles de misiles y se adueñaban del sur del Líbano ante la inoperancia de los observadores de la ONU, nosotros construíamos nuestras casas con refugios, hasta el hospital, para protegernos del ataque que un día lanzarían contra nuestras poblaciones. Sepa el mundo, quiera saber: Hezboláh asesina civiles israelíes y también libaneses.

Los tres monos sabios están abocados a redactar su historia para la historia después de esta guerra iniciada 58 años atrás.

Pero hay una luz de esperanza, eres tú lector.

Roberto Sánchez©


"Siguen cayendo piedras sobre Israel. Indefensos niños arrojan piedras frente al poderoso ejército judío", Roberto Sánchez

Allá por Julio del año 2006, escribí el siguiente editorial en “Israel Latina”. El tiempo pasa, pero la historia en Oriente Medio parece detenida, y la memoria del mundo aún no encuentra cura para su mal de Alzheimer. Desde mi compromiso por la paz, quiero volcar en tres entregas aquellas reflexiones, que creo no han perdido vigencia al observar por televisión los acontecimientos que en estos días se suceden.

 

"Siguen cayendo piedras sobre Israel. Indefensos niños arrojan piedras frente al poderoso ejército judío".

Hoy en estos días a tan solo diez kilómetros de la frontera norte, aquí en Naharia, la ciudad que elegimos para continuar nuestras vidas, construir un futuro para nuestros hijos, vislumbrar una esperanza, nosotros, la población civil seguimos soportando el ataque con katiushas desde el sur del Líbano, zona liberada para el accionar de la banda terrorista criminal de Hizbolá, por la incapacidad y desinterés del gobierno libanés y la anuencia de las tropas de la ONU., que desde el retiro del ejercito israelí en el año 2000, no detuvieron su crecimiento territorial, político y bélico.

Los niños han crecido y para la imbecilidad humana siguen arrojando piedras.

Hoy los niños de Hamás cavan túneles desde la Franja de Gaza hacia nuestra tierra para secuestrar al soldado Gilad Shalit y asesinar otros, y ya como rehén, querer ponernos condiciones, para que liberemos más asesinos a cambio de su vida, típica actitud de delincuentes.

Hoy los niños de Hizbolá ingresan a nuestra tierra para tomar dos nuevos rehenes Ehud Goldvaser y Eldad Reguev y asesinar más soldados.

Hoy, el criminal Hassan Nasrallah, puede darse el privilegio de dar una conferencia de prensa ante una sala colmada, difundir al mundo en directo por televisión que tiene dos soldados israelíes secuestrados en un “lugar lejos y seguro”, y la imbecilidad humana, se mantiene callada, mira al costado.

¿Será vergüenza, será complicidad, serán responsables?

Roberto Sánchez©


“Los senderos de la experiencia”, José Marzo

utopia2 He llegado a la conclusión de que los mejores frutos del humanismo se derivaron, en política, del desarrollo conjunto de los principios de la libertad y la igualdad, y en ética, de la combinación de dos actitudes, la rebeldía antijerárquica y la simpatía por los sojuzgados. Sería interesante intentar evaluar el daño producido, pese a sus buenas intenciones, por los  líderes políticos que, como Lenin, insistiendo en la igualdad despreciaron la libertad, y por los moralistas populares que, como Jesús de Nazaret, bendijeron la simpatía por los sojuzgados pero condenaron la rebeldía. El desconcierto actual de la izquierda procede en gran medida de su incapacidad para reconocerse en estos cuatro pilares y para estructurarlos.

Cuando, tras la caída del muro de Berlín, Francis Fukuyama publicó su famoso artículo, en un aspecto le hizo un favor, pero en otro la confundió aún más. Al decretar el fin de la historia, la izquierda más inquieta se sacudió la modorra y buscó el mecanismo que la relanzara. Pero al reabrir la herida del fin de las ideologías, la izquierda, movida por la misma reacción, pensó que debía recuperarlas, como si el resbaladizo concepto de ideología formara parte inseparable de su identidad. Esto la ha conducido a un callejón sin salida.

En principio, la ambigüedad del término debería hacernos dudar de su utilidad. Lo he leído empleado en el sentido de doctrina política o económica, lo que le otorgaría un carácter técnico. La doctrina del libre comercio, la de la colectivización de los medios de producción o la de la nacionalización de la industria serían por tanto ideologías. En otros casos, con ella se alude a un modelo de sociedad, lo que más propiamente sería un ideal o, si se trata de un modelo detallado y acabado, una utopía, al estilo de la de Tomás Moro. Está muy extendido su uso como estudio de símbolos y significantes en su relación con los sujetos y las significaciones, lo que en semiótica se designa con el término más preciso de pragmática. Yo lo he utilizado varias veces, siguiendo a Marx, como conjunto de ideas y valores con el que un colectivo enmascara sus verdaderos intereses. De acuerdo con este sentido, el neoliberalismo sería una ideología, pues es un ideario que, amparado en la libertad y la competitividad, está justificando el traspaso del poder económico a los oligopolios y a las grandes corporaciones, donde se anulan la competitividad y la libertad. Algunos autores proponen para referirse a este hecho la expresión, que yo considero demasiado vaga, de falsa conciencia. Y por último, se da un caso más vinculado con su etimología griega y con sus orígenes en los escritos de los idéologues franceses del siglo XIX, como Fourier, que significa ciencia de las ideas y que designa la expresión literaria del idealismo filosófico.

Conviene puntualizar que si bien el idealismo filosófico ha generado siempre un idealismo político y moral, la correspondencia no se invierte, pues es frecuente un idealismo moral y político en los partidarios del empirismo.

Estoy convencido de que la izquierda necesita reencontrar sus principios, interpretarlos y desarrollar discursos para la fundación de proyectos que cumplan la función de una idea reguladora, e incluso para la ideación, por quienes dispongan de una imaginación fértil, de una pluralidad de utopías, lo-que-no-está-en-ningún-sitio. Pero si, paralelamente, se lanzara de nuevo en brazos del idealismo filosófico, estaría dando la espalda a los logros de la biología, la física, la geología, la química, la antropología, la neurología, la psicología.., a todo lo que la humanidad ha comenzado a vislumbrar de la realidad gracias a la asunción de la teoría empírica del conocimiento.

En otras palabras, la izquierda, si quiere existir, deberá superar una disyuntiva: seguir deambulando como hasta ahora por el pantanoso terreno de la ideología o echar a andar, en dirección a los hermosos y huidizos ideales, por los senderos de la experiencia.

José Marzo©