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“Los misterios del fuego”, Prehistöricos

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Acerca de este álbum

“Los misterios del fuego” es un disco con cuatro canciones que representa un estado o una sensación interior por la que pasamos Tomás y Jeca en Chile, particularmente en el quisco, en la costa chilena.
Esta sensación tiene que ver con la conexión, unión o vínculo que se siente en ciertos lugares, y lo propio que resultan los misterios de esa zona, la muerte, la fe en lo religioso, el misterio que encierra el milagro, son temas, nos interesan por el estado interior que el misterio produce, mas que querer hablar de esos temas, buscamos acercarnos a la sensación de pertenencia a cierto lugares.

Integrantes

Tomás Preuss
Jessica Romo

Reconocimientodos


“El regalo”, Clementina Suárez

Quisiera regalarte un pedazo de mi falda,
hoy florecida como la primavera.

Un relámpago de color que detuviera tus ojos en mi talle
– brazo de mar de olas inasibles –

la ebriedad de mis pies frutales
con sus pasos sin tiempo.

La raíz de mi tobillo con su
eterno verdor,

el testimonio de una mirada que te dejara en el espejo
como arquetipo de lo eterno.

La voluble belleza de mi rostro, tan cerca de morir a cada instante
a fuerza de vivir apresurada.

La sombra de mi errante cuerpo
detenida en la propia esquina de tu casa.

El abejeante sueño de mis pupilas
cuando resbalan hasta tu frente.

La hermosura de mi cara
en una doncellez de celajes.

La ribera de mi aniñada voz con tu sombra de increíble tamaño,
y el ileso lenguaje que no maltrata la palabra.

Mi alborozo de niña que vive el desabrigo
para que tú la cubras con la armadura de tu pecho.

O con la mano aérea del que va de viaje
porque su sangre submarina jamás se detiene.

La fiebre de mis noches con duendes y fantasmas
y la virginal lluvia del río más oculto.

Que a nivel del aire, de la tierra y el fuego,
el vientre como abanico despliega.

La espalda donde bordas tus manos
hinchadas de oleaje, de nubes y de dicha.

La pasión con que desgarras
en el lecho del mismo torrente inabarcable

como si el mismo corazón se te hiciera líquido
y escapara de tu boca como un mar sediento.

El manojo de mis pies
despiertos andando sobre el césped.

Como si trémulos esperaran la inexpresada cita
donde sólo por el silencio quedaron las cadenas rotas.

Y en tus dedos apresado el apremio de la vida
que en libertad dejó tu sangre,

aunque con su cascada, con su racha,
los árboles del deshielo, algo de ti mismo destrozaran.

La cabellera que brota del aire
en líquidas miniaturas irrompibles

para que tus manos indemnes hagan nido
como en el sexo mismo de una rosa estremecida.

La entraña donde te sumerges como buscando estrellas enterradas
o el sabor a polvo que hará fértiles nuestros huesos.

La boca que te muerde
como si paladeara ríos de aromas;

o hincándote los dientes
matizara la vida con la muerte.

El tálamo en que mides mi cintura
en suave supervivencia intransitiva,

en viaje por la espuma difundido
o por la sangre encendida humanizado

el mundo en que vivo
estremecida de gestaciones inagotables.

El minuto que me unge de auroras
o de iridiscencias indescriptibles.

Como si a ritmo de tu efluvio soberano
salvaras el instante de miel inadvertida;

O dejaras en el mágico horizonte de luces apagadas
el tiempo desmedido y remedido.

En que apresados quedaran los sentidos
y al fin ya sin idioma, desnudos totalmente.

Como si ensayando el vuelo se quemaran las alas
o por tener cicatrices se extenuaran los brazos.

La piel que me viste, me contiene y resuma,
la que ata y desata mis ramajes.

La que te abre la blanca residencia de mi cuerpo
y te entrega su más íntimo secreto.

Mi vena, llaga viva, casi quemadura,
huella del fuego que me devora.

El nombre con que te llamo
para que seas el bienvenido.

El rostro que nace con la aurora
y se custodia de ángeles en la noche.

El pecho con que suspiro, el latido,
el tic-tac entrañable que ilumina tu llegada.

La sábana que te envuelve en tus horas de vigilia
y te deja cautivo en él, duerme, sueño del amor.

Árbol de mi esqueleto
hasta con sus mínimas bisagras.

El recinto sombrío
de mis fémures extendidos.

La morada de mi cráneo, desgarrado lamento,
pequeña molécula de carne jamás humillada.

El orgullo sostenido de mis huesos
al que hasta con las uñas me aferro.

Mi canto perenne y obstinado
que en morada de lucha y esperanza defiendo.

La intemporal casa
que mi polvo amoroso te va ofreciendo.

El nivel del quebranto
o la herida que conmigo pudo haber terminado.

El llanto que me ha lavado
y que este pequeño cuerpo ha trascendido.

Mi sombra tendida
a merced de tu recuerdo.

La aguja imantada
con su impensable polen y sus rojas brasas.

Mi gris existencia
con su primera mortaja

Mi muerte
con su pequeña eternidad.

Clementina Suárez©

Juticalpa, Olancho, 1902-1991. Vino al mundo un 12 de mayo. Sus padres fueron: Don Luis Suárez, profesional del derecho, y Amelia Zelaya Bustillo, una bella mujer proveniente de una de las familias más ricas de Olancho. Clementina Suárez realizó sus estudios primarios en su lugar de origen y luego, en 1918, se trasladó a Tegucigalpa, donde estudió en una escuela privada para señoritas. Desde niña manifestó su clara vocación de poeta. En 1930 publicó Corazón Sangrante, el primer libro de poemas de una mujer hondureña. Viajó a México, donde, en contacto con un medio más evolucionado, publicó Templos de Fuego, Iniciales y De mis sábados el último (1931). En Costa Rica publica Engranajes (1935). Después de residir en Nueva York se traslada a La Habana, donde sale a la luz Veleros (1937) ya en una forma totalmente nueva. En San Salvador, el Ministerio de Cultura le edita su libro Creciendo con la hierba. Pero la línea de su actividad no se limita a la poesía; publica en Honduras la revista Mujer y funda en México una galería de arte centroamericano. En San Salvador funda El Rancho del Artista, donde, además de tener una exposición permanente, se escucha la voz de Miguel Ángel Asturias, Salarrué, Pablo Antonio Cuadloira, Eunice Odio y otros valores de América. En Tegucigalpa funda la primera galería de arte, a la que llama Morazánida. No pertenece a ningún grupo, porque ella crea los grupos. Colaboró con diarios y revistas escribiendo artículos, entrevistas y semblanzas. Fue una madre soltera. Tuvo dos hijas: Alba y Silvia. Posteriormente contrajo matrimonio con el poeta Guillermo Bustillo Reina, hondureño, y más tarde con el pintor José María Vides, salvadoreño. Se divorció de ambos porque consideró que le interrumpían en su carrera y en su forma de pensar y vivir. Recibió el Premio Nacional de Literatura “Ramón Rosa” en 1970.


“La embarazada del viento”, Javier Ponce Gambirazio

Voz: Javier Ponce Gambirazio
Actuación: Moyra Silva
Musicalización: Jorge Nieto-Budich
Video: Javier Ponce Gambirazio

Mamá, me perdonará
lo que le voy a decir,
que yo me acosté a dormir
y desperté embarazada.
Yo no sé de quién será,
hombres yo no he conocido;
esto a mí me ha sucedido
sin tener ningún intento,
creo que será un mal viento
que al despertar he tenido.

Hija, tú no me haces creer
ni por tu ciencia, Marina,
esto sólo a la gallina
el viento la hace poner.
No ha nacido la mujer
que para de un huracán;
sea de Pedro, sea de Juan,
yo lo saco por la cara
y es de más que me negaras,
yo sé los que a casa van.

Por fin se llegó ese día
de la hija dar a luz.
Se parecía a Jesús
en las narices, la cría,
y en el pescuezo a Isaías
y en la boca a Crispiniano,
y en los ojos a Luciano,
en los cachetes a Juancho,
y en las orejas a Pancho
y en el pelo a don Asiano.

Empezó este niño a andar,
cambió de otro parecer;
se parecía a Daniel
y en lo alto a Eliazar,
y en la rodilla a Pilar,
en lo pando a Simeón.
Por tanta comparación
vino su madre a creer
que su hija era la mujer
que paría de un ventarrón.

Constantino Ramones©

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“Mira niñita”, Los Jaivas

Mira niñita
te voy a llevar
a ver la luna
brillando en el mar,
mira hacia el cielo
y olvida ese lánguido temor
que fue permanente emoción.

Ay.. fue permanente emoción.

Para la hija
de un hombre con ojos de cristal
y papel sellado en la piel.

Mira niñita
te voy a llevar
a ver la Luna
brillando en el mar,
mira hacia el cielo
y olvida ese lánguido temor
que fue permanente emoción.

Ay… fue permanente emoción.

Para la hija
de un hombre con ojos de cristal
y papel sellado en la piel.

Mira hacia el cielo
y olvida es lánguido temor
que fue permanente emoción.

Ay… fue permanente emoción.

Ay… tu pelito y
tus ojos de miel,
pero ya en tu pecho
florecerán colores
de amor.

Florecerán…

Tu pelito y tus ojos de miel.

La ternura tendrán para ti,
para ti.

Florecerán…

Tu pelito…

Pero ya en tu pecho
florecerán colores de amor…

Los Jaivas


“Aquí cae mi pueblo”, Gonzalo Rojas

golpe-in-cile

Aquí cae mi pueblo. A esta olla podrida de la fosa
común. Aquí es salitre el rostro de mi pueblo.
Aquí es carbón el pelo de las mujeres de mi pueblo,
que tenían cien hijos, y que nunca abortaban como las meretrices
de los salones refinados, en que se compra la belleza.

Aquí duermen los ángeles de las mujeres que parían
todos los años. Aquí late el corazón de mis hermanos.
Mi madre duerme aquí, besada por mi padre.
Aquí duerme el origen de nuestra dignidad:
lo real, lo concreto, la libertad, la justicia.

Gonzalo Rojas©


“Polo Margariteño”, Cecilia Todd

El cantar tiene sentido,
entendimiento y razón,
la buena pronunciación
del instrumento al oído.

Yo fui marino que en una isla
de una culisa me enamoré,
y en una noche de mucha brisa
en mi falucho me la robé.

La garza prisionera
no canta cual solía
y cantar en el espacio
sobre el dormido mar,
su canto entre cadenas
es canto de agonía,
¿por qué te empeñas pues, Señor,
su canto en prolongar?

Allá lejos viene un barco
y en él viene mi amor.
Se viene peinando un crespo
al pie del palo mayor.

A ti vuelvo de nuevo, mar querido,
y lejos de ti, ¡cuánto fui desdichado!
Lo que puede sufrirse lo he sufrido
y lo que puede llorarse lo he llorado.

Y ese cadáver que por la playa rueda,
y ese cadáver, ¿de quién será?
Ese cadáver debe ser de algún marino
que hizo su tumba en el fondo del mar.

El cantar tiene sentido,
entendimiento y razón.

Canto popular venezolano.


“Yo vengo de otro siglo”, Alejandro Del Prado

Yo vengo de otro siglo,
Con dos X y un tango
No pude ser un indio,
Destiño negro y blanco.

Yo vengo de otro siglo,
Con la voz en la cara,
Con la sombra de un bicho,
Y este gesto en la espalda
Y traigo de otro siglo,
La esencia de un ombligo,
Un sapo traicionero,
Anécdotas de perros,
Y un sueño retroactivo,

Yo vengo de otro siglo,
Con un poco de todo,
Solo y sin acomodo,
Empuño moneditas y corro colectivos,
Arrastro de otro siglo,
Cierto autoritarismo,
Enojo prepotente y machismo,
Aunque en forma decreciente,

Y traigo de otro siglo,
Baranda de fomentos,
Kerosén, eucaliptus, azufre,
linimento, chicles y ceniceros.

Y traigo de otro siglo,
Mi suerte capicúa,
Y abajo de la púa,
Fritura de vinilo.

Yo vengo de otro siglo,
Me estoy acostumbrando,
Con dos X y un tango,
Perdón si no me ubico.

Yo vengo de otro siglo,
“ Toro serrano ”,
Vengo desde el olvido,
“ Con un dios escondido ”,
Y a yuyo de suburbio perfumando,

Yo vengo de otro siglo,
Hablando con mis muertos,
Y no porque estoy loco,
Porque si fuese un loco
Ni loco lo andaría diciendo.

Y traigo de otro siglo,
Platillos y poetas,
Colores de un equipo,
Dolores de bandera
Terapia de besitos.

Y traigo de otro siglo,
Mi suerte capicúa,
Y abajo de la púa,
Fritura de vinilo.

Yo vengo de otro siglo,
Me estoy acostumbrando,
Con dos X y un tango,
Perdón si no me ubico.

Yo vengo de otro siglo,
Me estoy acostumbrando
Perdón si no me ubico.
Con dos X y un tango.

Alejandro Del Prado


“No te salves”, Mario Benedetti


“Del sueño a la poesía”, Silvio Rodríguez

Un mundo de contrahechos
se esparce en la cartulina,
bordado con punta fina
como los pelos del pecho.
País en que los deshechos
son amados todavía,
es la comarca sombría
donde la luz se perdona,
porque allí van las personas
del sueño a la poesía.

En un sofá diminuto
posa minúscula gente.
Unos sonríen al lente,
otros cuentan los minutos.
Bichejos de rostro enjuto
se asoman a celosías
y carroñeras arpías
prestan garras al retablo,
mientras hace ronda el diablo
del sueño a la poesía.

Un pavorreal se pasea
por un desván en penumbras
y a su paso, que deslumbra,
la oscuridad se voltea.
¿Qué transformó pluma en tea
de apariciones umbrías?
¿Qué pasión, qué melodía
tocó el corazón humano
para conducir la mano
del sueño a la poesía?

Silvio Rodríguez©


“La carta”, Violeta Parra

Me mandaron una carta,
por el correo temprano,
y en esta carta me dice,
que cayó preso mi hermano,
así sin lastima con grillos,
por las calles lo arrastraron,si.

La carta dice el motivo,
que ha cometido Roberto,
haber apoyado el paro,
que ya se había resuelto,
si caso esto es un motivo,
presa también voy sargento, si.

Yo que me encuentro tan lejos,
esperando una noticia,
me viene a decir en la carta,
que en mi patria no hay justicia,
los hambrientos piden pan,
plomo les da la milicia, si.

De esta manera pomposa,
quieren conservar su asiento,
los de abanicos y de frac,
si tener merecimiento,
van y vienen de la iglesia,
y olvidan los mandamientos, si.

Habrase visto insolencia,
barbarie y alevosía,
de presentar el trabuco,
y matar a sangre fría,
a quien defensa no tiene,
con las dos manos vacía, si

La carta que he recibido,
me pide contestación,
yo pido que se propale,
por toda la población,
que el león es un sanguinario,
en toda generación, si.

Por suerte tengo guitarra,
para llorar mí dolor,
también tengo nueve hermanos,
fuera del que se engrilló,
los nueve son comunistas,
con el favor de mí Dios, si.

Violeta Parra©


“No lloro yo por llorar”, Violeta Parra

nolloro

No lloro yo por llorar
sino por hallar sosiego,
mi llorar es como un ruego
que naide quier’ escuchar,
del ver y considerar
la triste calamidá’
que vive la humanidá’
en toda su longitú’;
l’escasez de virtú’
es lo que me hace llorar.

Ayer, buscando trabajo,
llamé a una puerta de fierro,
como si yo fuera un perro
me miran de arrib’ abajo,
con promesas a destajo
me han hecho volver cien veces,
como si gusto les diese
al verme solicitar;
muy caro me hacen pagar
el pan que me pertenece.

No demando caridá’
ni menos pid’un favor,
pido con mucho rigor
mi derecho a trabajar;
yo quiero ganar mi pan
mi harina y mi ají picante;
con su sonrisa farsante
me dicen con voz postrera
que al llegar la primavera
puede ser que haiga vacante.

Así me pasan los días,
uno sobre otro en las mesmas,
veo que llega cuaresma,
una mas y otra enseguí’a;
le ruego a San Jeremías,
le prendo vela tras vela,
más sordo que l’entretela
se burla de mis quebrantos;
si no me conduel’el santo,
¿quién quiero que se conduela?

No pierdo las esperanzas
de que’sto tenga su arreglo,
un día este pobre pueblo
teng’ una feliz mudanza:
el toro solo se amansa
montándolo bien en pelo;
no tengo ningún recelo
de verle la pajarilla
cuando se dé la tortilla
la vuelta que tanto anhelo.

Violeta Parra©