Archivo de la etiqueta: Poesía

“Sin horario ni urgencia”, Lino Althaner

caminando desnudo cultivando el silencio la mente centrada y serenaEl trabajo en el ocio y el retiro. El trabajo inútil y gratuito. Sin esperar compensación ni crecimiento. Libertad en un múltiple quehacer, serenamente operativo pero siempre contemplativo, lejos de todo afán de eficiencia, de consideración. Libertad ejercida con flexible disciplina, sin horario, sin urgencia, cultivando una tierra espiritual inundada de alegría.

La apertura a la belleza que da sentido. No cualquiera. No la que se compra. No la que se gana compitiendo. La belleza que es un eco de la música divina, un signo de aquello de lo que solo se puede hablar con dificultad, tartamudeando. Signo de lo que se esconde, lo increado.

Renovado asombro. Serena aceptación. Incesante acción de gracias. Y muda adoración de lo indecible.

Caminando desnudo.
Cultivando el silencio.
La mente centrada y serena.

No defino.
No comparo.
No enumero.

Alejado del camino
de la industria y del mercado
no me dejo atrapar por el anzuelo.

Nada me hace iracundo.
Relajo el entrecejo.
Sonrío.

Me detengo con frecuencia.
En la acción reposo.
Pues nada me apremia.

Desnudo.
En silencio.
Vacía la mente.

Lino Althaner© 2014

Se hace llamar Lino Althaner. Tiene estudios en la Universidad de Chile y en la Pontificia Universidad Católica de Santiago. Su vida la ha dedicado al estudio, los viajes, el servicio público. Afirma, con el proverbio, que nada de lo humano le es ajeno, y con Unamuno, que ningún hombre le es extraño. Lo apasionan los acercamientos a lo humano desde el punto de vista de la filosofía y de la religión, de la literatura y del arte en todas sus manifestaciones, de la psicología.  Gusta de la poesía, particularmente de aquélla en que resuena el espíritu de un auténtico misticismo. Bajo el pseudónimo de Lino Althaner ha escrito dos libros de poesías: La hora violeta (2008) y Estado del tiempo (2009).  En proceso de edición se encuentra su libro, también de poemas, Desierto florido.


“Sobre poesía y poetas”, Autores varios

Contra los poetas

castleeLos poetas no sólo escriben para los poetas, sino que se celebran unos a otros, se elogian mutuamente. Su mundo, o mejor dicho, su pequeño mundo no se distingue de otros pequeños mundos herméticos y especializados: los ajedrecistas ponen al ajedrez en la cima de la creatividad humana; tienen sus jerarquías (hablan de Capablanca como los poetas hablan de Mallarmé); refuerzan entre ellos la convicción de ser gentes eminentes. Los ajedrecistas, sin embargo, no tienen pretensiones tan universales y, además lo que a ellos se les puede perdonar resulta imperdonable en el caso de los poetas. Debido al aislamiento, todo se hincha: hasta el poeta más mediocre adquiere dimensiones apocalípticas y los problemas más irrelevantes se convierten en problemas vitales.
Recordemos, por ejemplo, las pavorosas polémicas sobre la cuestión de la asonancia y el tono con que se abordaban: parecía que la suerte de la humanidad dependía de la legitimidad o no de la rima asonante [si es posible o no «rimar espesura y susurran »] como recurso poético. Cosas como ésta ocurren cuando el espíritu de la grey eclipsa el espíritu humano.

Witold Gombrowicz: “Contra los poetas”. Sequitur, Madrid, 2009, pp. 36-37.

separador2Manoel de Barros

Noventa por cento do que escrevo é invenção. Só dez por cento é mentira.

Manoel de Barros: “Todo lo que no invento es falso” (Antología). Diputación de Málaga, Málaga, 2002.

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Faulkner

William Faulkner (1897-1962) quiso ser poeta durante más tiempo del que se cree: desde 1919, en que publica su primer poema, The Afternoon of a Faun, hasta 1933, fecha de aparición de su segundo y último poemario, A Green Bough –«Una rama verde»–. En 1924, había dado a conocer The Marble Faun –«El fauno de mármol»–, su primer libro publicado. Estos catorce años de acarreo lírico –casi un tercio de su carrera literaria– revelan su ansia por erigirse en poeta, aunque no le rindieran, a su juicio, los frutos deseados. Faulkner era su crítico más implacable, y siempre menospreció sus poemas: en cartas dirigidas a sus editores en 1932, los consideraba «de segundo rango» o, simplemente, malos. Faulkner estaba convencido de que nunca sería buen poeta; por eso, dice, «probó con algo en lo que pudiera ser un poco mejor», como el relato breve y la novela, aunque siempre sostuvo que su prosa era, en realidad, poesía.

Eduardo Moga: «William Faulkner, el poeta que se menosprciaba», en El Ciervo, año LVII, Julio-Agosto 2008, nº 688-689, p. 48.

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Verso libre

Escribir en verso libre es como jugar al tenis con la red bajada.

Robert Frost,  en ‹http://www.poetsgraves.co.uk/poets_
on_poetry.htm›.

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El nervio de la espada es el camino de la muerte

jardin andalusiEstamos convencidos de que la poesía –o mejor, la esencia de lo poético– fue el combustible de la espiritualidad arcaica, y por consiguiente el de sus conquistas artísticas. La poesía no es algo moderno, ni jamás fue patrimonio de nadie. Es el medio de que se sirve nuestro anhelo por asimilar cuanto nos resulta a la vez sensible e incomprensible. A mi entender, los actuales analistas de la prehistoria debieran valorar más la poesía y entregar menos su alma a las ciencias experimentales, cuyas certidumbres producen con frecuencia enormes errores de interpretación en este campo. Y lo peor es que se trata de errores muy difíciles de superar porque se consideran asentados sobre la roca científica, ante la cual no existen hoy más alternativas que bajar la cabeza y levantar el trasero. Por otro lado, y puestos a ser cínicos, cuando sospecho que dos interpretaciones distintas pueden ser igualmente erróneas, valoro la más sugestiva sobre la más ramplona.

Alberto Porlan: “La hipótesis del ganso”.

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Un poema de Chuang Tzu (China, s.IV a. EC.)

El sonido del agua
dice lo que pienso.

Alan Watts: “El camino del Tao”. Kairós, Barcelona, desde 1976, p. 128.

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Jonia y Grecia, alrededor del 700 a. EC.

250px-Hildegard_von_Bingen_Liber_Divinorum_OperumEn Jonia y Grecia domina, en cambio, por lo menos entre los ciudadanos libres, la libertad de concurrencia económica. Con el comienzo del individualismo económico llega a su fin la compilación de la epopeya; y con la simultánea aparición de los líricos también el subjetivismo comienza a imponerse en la poesía; esto no sólo en cuanto a los temas, ya que la lírica trata objetos de por sí más personales que la épica, sino también en la pretensión del poeta de ser reconocido como autor de sus poemas. La idea de la propiedad intelectual se anuncia y echa raíces. La poesía de los rapsodas era un producto colectivo, propiedad común y proindiviso de la escuela, del gremio, del grupo; ninguno de ellos consideraba de su propiedad personal los poemas que recitaba. En cambio, los poetas de la época arcaica, y no sólo los líricos del sentimiento subjetivo, como Alceo y Safo, sino también los autores de la lírica gnómica y coral, hablan al oyente en primera persona. Los géneros poéticos se transforman en expresiones más o menos individuales; en todos ellos el poeta se expresa directamente o habla directamente a su público.

Arnold Hauser: “Historia social de la literatura y el arte”. Guadarrama, Madrid, 1969, t. 1, p. 106.

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Jean Cocteau

Yo sé que la poesía es imprescindible, pero no sé para qué.

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Vates

El apelativo uates deriva de uis mentis, «frenesí», según Varrón, o de uiere, «trenzar» versos, es decir, darles una línea ondulada, modularlos; así, antaño «poeta» se decía en latín «vate» y sus escritos «vaticinios», porque al escribir los agitaba una especie de violencia, casi una locura, o bien porque, como unían melódicamente las palabras, los antiguos no decían que las enlazaban sino que las trenzaban. También los adivinos recibían este mismo nombre por el estado de furor en que caían, y porque solían expresar sus profecías en verso.

Isidoro: Etimologías, VIII 7, en Biografías literarias latinas, Gredos, Madrid, 1985, pp. 71-72.

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La poesía siempre es lo lejano

La poesía infantil consiste en simular el porvenir adelantándosele, como la poesía de la edad madura consiste a veces en retroceder hasta la edad de oro. La poesía siempre es lo lejano. El arte del gobierno moral es siempre entrar en la poesía de una edad para dirigirla.

Enrique Federico Amiel: “Diario íntimo”. Tebas, Madrid, 1976, p. 89.

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Juglares y trovadores

Los juglares, que se encuentran de nuevo en todas las cortes, y que, en lo sucesivo, forman parte de la comitiva, incluso en las cortes más modestas, eran expertos histriones, cantaban y recitaban.
¿Eran obras suyas las composiciones que recitaban? Al principio, como sus antecesores los mimos, probablemente tuvieron que improvisar con frecuencia, y hasta la mitad del siglo xii fueron, sin duda alguna, poetas y cantores al mismo tiempo. Más tarde, sin embargo, debió de introducirse una especialización y parece que al menos una parte de los juglares se limitó a la recitación de obras ajenas. Los príncipes y nobles, sin duda, les ayudaban como expertos en la solución de dificultades técnicas.
Desde el primer momento, los cantores plebeyos estaban al servicio de los nobles aficionados, y, más tarde, probablemente también los poetas caballeros empobrecidos sirvieron del mismo modo a los grandes señores en sus aficiones. En ocasiones, el poeta profesional que alcanzaba el triunfo recurría a los servicios de juglares más pobres. Los ricos aficionados y los trovadores más ilustres no recitaban sus propias composiciones, sino que las hacían recitar por juglares pagados.

Arnold Hauser: “Historia social de la literatura y el arte”. Guadarrama, Madrid, 1969, t. 1, p. 293.


"Allá en los obrajes", Luis Casca Olivera

obraje

La roja sangre del monte, allá adentro de los obrajes, es savia derramada de algarrobos seculares.
Que se mezcla con los soles degollados del ocaso, notarios inmutables del azogue filo de los hachazos.
Desolación de los montes, madera de sangre y de sal allá en los rudos obrajes oliendo a medio jornal.
Allá donde el filo de las hachas ardientes quebrarán el vuelo de su rumbo vertical.
Doliente tajo de sangre, llanto verde y forestal, osario de los silencios, tierra de greda inicial, donde soñaba en otrora su verde el algarrobal.
Allá donde la savia derramada se mezcla con el acedo sudor de los hacheros. Gestos oscos, arrugadas sus frentes y el grito más antiguo, trepando sus gargantas, grito tan antiguo, que la misma memoria. Enrojecido grito geografía del dolor que ya no cabe en los huesos irredentos carcomidos por la injusticia. Ese grito ángel oscuro
en la pluralidad del monte derrumbado, síntesis tremenda de la desolación.

Luis Casca Olivera©


“Psicoanálisis y poesía”

Freud señala en “El delirio y los sueños en la Gradiva” de W. Jensen (1906) que: “los poetas son unos aliados valiosísimos y su testimonio ha de estimarse en mucho pues suelen saber de una multitud de cosas entre cielo y tierra con cuya existencia ni sueña nuestra sabiduría académica. Y en la ciencia del alma se han adelantado grandemente a nosotros hombres vulgares pues se nutren de fuentes que todavía no hemos abierto para la ciencia. ” (p 8, tomo IX de las obras completas de Amorrortu)
Si el psicoanálisis interroga la literatura y al escritor-poeta es para acceder a ese saber que sobre el inconsciente y sus determinaciones, él detenta. Son los textos del poeta lo que es interrogado por el psicoanálisis y no el autor mismo como sujeto. Los textos, escritos literarios, tienen la función del sujeto para el psicoanálisis, de un sujeto en el sentido discursivo. El texto es quien habla y nos enseña acerca de un saber hacer del inconsciente. Un saber hacer de lo real.  En este sentido el texto cobra el valor de la experiencia clínica. Y esto es porque sólo desde el psicoanálisis la experiencia clínica cobra el valor de una producción poética. 

Extracto de la presentación del ciclo en la Nueva Escuela Lacaniana-Maracay, interesados en extraer la enseñanza de la creación literaria de algunos escritores, hemos abierto un espacio denominado  de “videos-tertulias” donde abordamos las obras  de, entre otros, Jorge Luis Borges y Julio Cortázar.

http://nelmaracay.blogspot.com/


“Los misterios desnudos”, Enrique Serna

En el ocaso del Egipto faraónico, bajo la dominación helena y romana, los sacerdotes crearon grafías deportivas o criptográficas destinadas a “vestir de misterio” los textos religiosos, con el fin deliberado de confundir al lector. La edad barroca del jeroglífico fue el canto del cisne de una casta moribunda que porfiaba en la cerrazón excluyente ante el empuje de la escritura demótica y las lenguas invasoras. Como los dictadores en desgracia, que al verse perdidos emprenden una fuga hacia delante, los sacerdotes de Alejandría aumentaron el número de signos y sus variantes para crear un sancta sanctórum aun más inaccesible a los profanos. Quizá la poesía hermética de los siglos XIX y XX haya sido también un gesto agónico frente al avance de la ciencia y la tecnología, como si el imperio de la objetividad hubiese infundido en el hombre una nostalgia reaccionaria por los misterios religiosos. Mientras la ciencia esclarecía los fenómenos del mundo natural, la literatura buscaba restaurar los viejos oráculos indescifrables. Por una extraña paradoja, el viraje hacia el hermetismo comienza en la literatura francesa unas cuantas décadas después de que Champollion logró descifrar los jeroglíficos egipcios. Se había resuelto uno de los grandes misterios de la historia universal y el hombre, huérfano de enigmas, tuvo que apresurarse a inventar otros.

Una inquietud análoga ante el empuje de la ciencia explica, tal vez, la intrincada terminología de algunas corrientes de la filosofía alemana en el mismo tramo de la historia moderna. El enorme prestigio que alcanzaron desde su nacimiento denota que había un público ávido de revelaciones oscuras, o bien, que los buscadores de prestigio siempre reciben con beneplácito a los profetas inaccesibles. Pero no todos cayeron en el garlito: Schopenhauer, uno de los mejores prosistas alemanes de su tiempo, reaccionó con virulencia ante la mistificación del lenguaje filosófico. “Las palabras no carecen de dueño —protestó— y atribuirles un sentido totalmente distinto del que hasta ahora han tenido significa abusar de ellas, significa introducir una autorización según la cual cada uno puede utilizar cada palabra en el sentido que quisiera, con lo que se produciría una confusión sin límites”. Fichte, Schelling y sobre todo Hegel son los filósofos a quienes acusaba de tener mentes confusas y defectuosas. Su débil entendimiento, acobardado ante la exigencia de calidad de los conceptos, retrocede, según Schopenhauer, a la cómoda penumbra de los conceptos imprecisos, muy abstractos y difíciles de explicar, como por ejemplo, finito e infinito, sensible y suprasensible, la idea del ser, la de la razón, el absoluto, etcétera. El exceso de abstracción y el abuso de los conceptos generales, utilizados como signos algebraicos, “son lanzados aquí y allá con lo que el filosofar degenera en vana palabrería, y a la mente que piensa le entra la duda, sobre todo en la juventud, de si es incapaz de entender o si no hay realmente nada que entender”.¹

Cualquier lector experimentado conoce las zozobras descritas por Schopenhauer. Como la falta de rigor literario conduce a la vaguedad, muchas de las disertaciones filosóficas, los poemas y las novelas que parecen haber alcanzado el máximo grado de dificultad probablemente son borradores mal pulidos, por la enorme cantidad de licencias que se han permitido sus autores. Al amparo de las tinieblas todo se vale, pues nadie puede notar los defectos, los vacíos y las asperezas de un jeroglífico sin códigos de referencia. ¿Es sustancial toda la filosofía de Hegel o en algunos momentos recargaba su discurso con hojarasca para vestirlo de misterio? La falta de lima crea oscuridades, como lo sabe cualquier redactor principiante, pero cuando el intelecto flaquea es más fácil meter la basura bajo la alfombra que barrer la sala. Lo mal escrito suele estar mal pensado, aunque pueda ser una buena estrategia para imponerse en un tono distinguido. Sólo un acto de fe puede hacernos creer en la genialidad incomunicable, como sucedía con el crédulo auditorio de los viejos profetas iluminados. La destreza verbal, en cambio, “hace tratables los retiramientos de las ideas y da luz a lo escondido y ciego de los conceptos, que oscurecer lo claro es borrar y no escribir”. ² Esta definición de Quevedo no ha perdido vigencia, y aunque no deberíamos eludir el esfuerzo de leer a Hegel por las críticas de Schopenhauer, cualquier lector tiene derecho a preguntarse si debajo de su intrincado edificio conceptual hay algo que entender o está siendo timado por un charlatán.

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“Los pobres en la estación de autobuses”, Ledo Ivo

Los pobres viajan.
En la estación de autobuses
levantan los pescuezos como gansos para mirar
los letreros del autobús.
Sus miradas
son de quien teme perder alguna cosa:
la maleta que guarda un radio de pilas y una chaqueta
que tiene el color del frío en un día sin sueños,
el sándwich de mortadela en el fondo de la mochila,
y el sol del suburbio y polvo más allá de los viaductos.
Entre el rumor de los alto-parlantes y el traqueteo de los autobuses
temen perder su propio viaje
escondido en la neblina de los horarios.
Los que dormitan en las bancas despiertan asustados,
aunque las pesadillas sean un privilegio
de los que abastecen los oídos y el tedio de los psicoanalistas
en consultorios asépticos como el algodón que tapa
la nariz de los muertos.
En las filas los pobres asumen un aire grave
que une temor, impaciencia y sumisión.
¡Qué grotesco son los pobres!
¡Y cómo molestan sus olores aun a la distancia!
No tienen la noción de lo conveniente,
no saben portarse en público.
El dedo sucio de nicotina restriega el ojo irritado
que del sueño retuvo apenas la legaña.
Del seno caído e hinchado un hilillo de leche
escurre hacia la pequeña boca habituada al lloriqueo.
En los andenes van y vienen, saltan y
aseguran maletas y paquetes,
hacen preguntas impertinentes en las ventanillas,
susurran palabras misteriosas
y contemplan las portadas de las revistas con aire espantado
de quien no sabe el camino del salón de la vida.
¿Por qué ese ir y venir?
¿Y esas ropas extravagantes,
esos amarillos de aceite de palmera que lastiman la vista delicada
del viajero obligado a soportar tantos olores incómodos,
y esos rojos chillantes de feria y parque de diversiones?
Los pobres no saben viajar ni saben vestirse.
Tampoco saben vivir:
no tienen noción del confort
aunque algunos de ellos tengan hasta televisión.
Verdaderamente los pobres no saben ni morir.
Tienen casi siempre una muerte fea y de mal gusto.
Y en cualquier lugar del mundo molestan,
viajeros inoportunos que ocupan nuestros lugares
aun cuando vayamos sentados y ellos viajen de pie.

Ledo Ivo©


“A filo de obsidiana, 2010”, Josefina Magaña

A los caídos en la Plaza Melchor Ocampo

Mi canto a México
no es una oda en cuya altura
redoble un verso alejandrino,
tampoco es un soneto
porque en catorce endecasílabos
no rima el victimario.
No es épica la fiesta montada en la miseria
con luz de un escenario ensangrentado.

Si tuviera mi canto la forma de una lira,
se escuchara el grillo de la noche
en vez de estruendos y disparos.
Fuera música la tarde hasta su origen,
pero amanece sol,la noche delictiva.

Todo silencio asoma su plumaje,
rayos en cobre dividido
cortan una a una
las ganas de llorar sobre los muertos.

Quise celebrar con versos bien cortados,
acentos puestos sobre flor de noche buena
en plazas, palacios o jardines;
al menos escribir,
anáforas de luna y de cantera
para nombrar más de una vez
al Tata y a Morelos,
pero es la flor del Cempoaltxóchitl
la que arrima su brillo en estos versos.

Si fuera posible corregir el texto,
caminaría la ruta de Pátzcuaro a Texcoco,
y a filo de obsidiana
exhumar del Cuicanime
la voz del colibrí sacrificado.

Pero es tarda y lenta la utopía…

En este canto a media voz
hay una gota de sangre,
donde crecen las noches de mi Patria.

Josefina Magaña©


“Réplica”, Alfonso Chase

Envejecer es tarea desagradable, no lo niego.
Rodeado de objetos comunes, vajillas plásticas,
cornamentas colgando en el vestíbulo,
trajes tenuemente coloreados por el tiempo
y un reloj reluciente, señalando el paso.

Envejecer puede ser oficio digno
cuando se tiene cerca la mano de la muerte
y se aprende a ser su amigo y nunca el adversario.
Es importante amar para saber envejecer.
En singular, o en plural, la vida adquiere
un tono diferente.

Se vive para morir, abierta la sonrisa.
Como si la muerte fuera una mariposa
y el seguir erguido, entre la muchedumbre,
el dulce oficio de saberse eterno
bajo el rocío de la mañana.

 

Alfonso Chase©


“Lungo la riva del mare…”, Mariselene

Lungo la riva del mare
abbandonata giace
una vecchia barca da pesca.
Evanescente è l’aria autunnale
e sull’acqua immobile
la barcheta si rispecchia.

Si rispecchia e ricorda…

Ricorda
quando lui a primavera
la caricava di lenze esche e ami
per guidarla a pescare
lungo i canali della marina.

Ricorda
le allegre grida dei bambini
quando nelle calde mattine d’estate
li portava ad esplorare
le coste sabbiose e la pineta.

Ricorda
le languide carezze e i baci
di lui e lei ancora giovani
quando immemori si cullavano al largo
nelle notti de luna limpide e chiare.

Nell’aria sospesa del tardo autunno
quella vecchia barchetta
ancorata vicino alla riva del mare
si rispecchia sulle acque calme
e ricorda e pensa:

lui non tornerà mai più a pescare.

Mariselene©


“No lloro yo por llorar”, Violeta Parra

nolloro

No lloro yo por llorar
sino por hallar sosiego,
mi llorar es como un ruego
que naide quier’ escuchar,
del ver y considerar
la triste calamidá’
que vive la humanidá’
en toda su longitú’;
l’escasez de virtú’
es lo que me hace llorar.

Ayer, buscando trabajo,
llamé a una puerta de fierro,
como si yo fuera un perro
me miran de arrib’ abajo,
con promesas a destajo
me han hecho volver cien veces,
como si gusto les diese
al verme solicitar;
muy caro me hacen pagar
el pan que me pertenece.

No demando caridá’
ni menos pid’un favor,
pido con mucho rigor
mi derecho a trabajar;
yo quiero ganar mi pan
mi harina y mi ají picante;
con su sonrisa farsante
me dicen con voz postrera
que al llegar la primavera
puede ser que haiga vacante.

Así me pasan los días,
uno sobre otro en las mesmas,
veo que llega cuaresma,
una mas y otra enseguí’a;
le ruego a San Jeremías,
le prendo vela tras vela,
más sordo que l’entretela
se burla de mis quebrantos;
si no me conduel’el santo,
¿quién quiero que se conduela?

No pierdo las esperanzas
de que’sto tenga su arreglo,
un día este pobre pueblo
teng’ una feliz mudanza:
el toro solo se amansa
montándolo bien en pelo;
no tengo ningún recelo
de verle la pajarilla
cuando se dé la tortilla
la vuelta que tanto anhelo.

Violeta Parra©


“Carlitos de vacaciones”, Juan Zapato

Carlitos de vacaciones, Juan Zapato©

Colgaste los botines de la fantasía
en un desesperado grito de libertad.

Los rinconcitos de mi corazón
continúan agitándose a mayor velocidad,
cuando los engranajes de la alegría
se tocan, para fabricar el movimiento.

Este amor sentado sobre el cordón de la vereda
solito está, esperando ver una vez más,
las vueltas al mundo de tu paraguas mariposa,
compartiendo en complicidad tus travesuras en el circo.

Nace el cine del silencio
y millones de niños aplauden tu llegada,
los padres levantan una flor en tu honor.

Le quisieron cortar los piolines de la loca poesía,
y se refugió en un concierto de palomas por la paz,
y un puño de esperanzas,
apoyó tu idea de un mundo capicúa.

La función ha culminado,
ahora preparas una cajita de fósforos
para guardar tus piruetas,
mientras nosotros aquí masticando caramelos
nos quedamos dormidos saboreando tu sabor,
con la ilusión de tener un pájaro sobre el pecho al despertar,
listo a remontar  vuelo,
en el viaje que realiza el barrilete de tu vida.

Te digo hasta siempre Carlitos,
No siento decir fin…

Juan Zapato©


“Escrivivir”, Antonieta Martínez

Cuando me pongo catastrófica me es peligroso escribir.
Todas las historias se derrumban y hay epidemia de comas,
de puntos, de obviedades encriptadas al azar.
Arden los pasillos que llevan de una palabra a otra,
y la ortografía se pone en guelga.

Cuando me pongo catastrófika
los enunsiados son renunsiados
y los vervos no hacen nada,
las rimas se asecinan y las comiyas se pelean…

caen, las mallúsculas, desde su altura
los paréntesis, se autoensierran
los asentos acuchillan vocales,
se suisida la poesía.

Antonieta Martínez©


“Inspiración onírica”, Roberto Bodden

Se duerme el día

no sé como verte,

quiero entender ausente tu mirada,

ansío el espacio de un abrazo

para conciliar vida en uno de mis sueños.

Roberto Bodden©


“Universo Infinito”, por Hugo Orozco

      Manto de estrellas y luceros
      cartografía cósmica y sagrada
      epopeya celestial y mensaje divino
      parcelas y surcos de luz genésica
      polvo estelar y gas galáctico
      nébulas coquetas y sensuales
      cadencia de órbitas elípticas
      bóvedas de gemidos y espasmos
      geometría astral y orgásmica
      caos ordenado y sublime
      fusión nuclear de galaxias
      alucinar de constelaciones
      creación jeroglífica.
      Amor celestial que el alma ilumina
      deseos y sortilegios de los dioses
      parto codificado de forma binaria
      flama incandescente, mística y litúrgica
      emulsión de hechizos y cometas
      auroras delirantes y firmes pezones
      plasma ancestral embriagador
      comunión de lirismo y pasiones
      enigma corporal del placer y el dolor
      orgía quijotesca y subversiva
      adicción de eclipses y corolas
      Eurípides y Pléyades
      prosa eterna y arcaica.
      Moción y sonido perpetuo
      acta endecasílaba y faleciana
      trimétrica y sáfica
      triangulación Atlántica
      cascadas de vía láctea
      agujero negro devorador
      fusión de puntos en el sol
      oráculo adónico
      predicción apocalíptica
      fuego que termina lo prohibido,
      lo malvado, lo satánico, el pecado
      negación de la santa unión carnal
      de el Nazareno y Magdalena.

      Hugo Orozco©


“Costuro Estrelas”, por Sonia Sales

 

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Céu cinzento
luzes de coral.
O crepúsculo é apenas um
anúncio, enxertado de relâmpagos
no vestido azul que usarei
domingo.
Costuro estrelas
brilhos e vidrinhos.
Um alfaiate
no anil sideral.
As andorinhas pousaram
no Bezerro de Ouro,
o vinho escorre da taça
em chamas, mas em segredo
inventarei a Primavera,
cantarei no coral da igreja,
tocando meu violão, e usarei
no domingo o vestido azul
costurado de estrelas.

Sonia Sales©


“Festival Internacional de Poesía en Tel Aviv”

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“Notación húngara”, por Indah

 

HoySoyCapazDeLeerDeCorridoUnLibroDeMilPáginasEnNotaciónHúngara

Pienso que, intrínseca, íntimamente unida al aprendizaje, como si solamente se vendiera el conjunto, va la regla de oro de este juego que es la vida: Vida, manual de usuario, regla I: después.

Porque es después de un tiempo jugando con los fonemas, cuando se termina el primer maratón: ya sé leer. Después domino los palotes; después, poco a poco, mis dedos aprenden a sujetar correctamente el lápiz, y a dibujar las esquinas romas de las letras y los números. Después: la abstracción; y sabes que, tras un recorrido más o menos largo, y si la mano no retrocede, el punto terminará en el lugar exacto en el que comenzó: la circunferencia abraza y contiene su propia área, el círculo. Después aprendes que hay una fórmula capaz de calcularla y también que hay otras más complejas, y figuras geométricas, quizá, menos simples. Pero todo eso, generalmente, llega después.

Y después, cuando ya no se precisa de aquel enorme esfuerzo que requerían los primeros ensayos, y lo aprendido resulta fácil, sencillo, todos estos procesos se vuelven mecánicos. Todos, menos la emoción que parece caminar de la mano de la incertidumbre: el después. Por ello, en los ratos que probablemente sin motivo llamamos perdidos, me pregunto si tenía razón, si sigo pensando que sobra algo de lo que he aprendido en este juego, como me decía, enfurruñada, mientras me esforzaba en adquirir la pericia suficiente para alcanzar esa simplicidad.

Hoy sé que de todo lo que he aprendido, sea esto mucho o poco, sólo hay algo que, sin duda, me sobra: MeSobranEstáClaroLosEspacios.”


“Navegué toda la noche…”, por Iván Cruz Osorio

navegar

Navegué toda la noche
con la mirada fija en los días por delante,
con el miedo apretado en los puños.

Algo de la Tierra que dejé atrás
ha labrado mi sombra y mi abismo,
y aún no sé de qué patio,
de qué puerto sin brillo partí
con los sueños desvanecidos.

Pero sé que no habrá regreso,
porque nadie vuelve
para atizar los rescoldos
de su propia ceniza.

Iván Cruz Osorio©


“Tankas de Sesmo Digol”, por Moshé Goldin

Tanka es una poesía oriental de 5 frases
cuya regla métrica se compone de 5-7-5-
7-7 sílabas, sin rima.

I
En primavera
hay fragancias de flores
en los jardines…
los pétalos con rocío
reflejan muchas lunas.

II
Las mariposas
con mágicos colores
pintan los cielos…
confunden a las flores
que celan su libertad.

III
Llegan las olas
desde el horizonte
hasta la playa…
mueren en la arena
bordando filigranas.

Moshé Goldin


“Para qué sirve la poesía”, por Prócoro Hernández Oropeza

Dicen que la poesía es un trabajo estéril y no sirve para nada. Es una pérdida de tiempo en este mundo globalizante y amorfo, un desperdicio del intelecto, una entelequia espiritual mal retribuida.
La poesía se emplea para aplacar las tormentas del alma, redimir a una mujer o un hombre o llenar el corazón de ese sentimiento llamado amor. Puede, en dosis bien servidas, alimentar el espíritu, asustar una soledad y alejar una tristeza. Sirve también para reflexionar acerca de si las piedras hablan o si la luna es medicina para el mal de amores.
Por medio de la poesía podemos hacer hablar a las flores y voltear el cielo de cabeza, cambiar la tarde de lugar. Es un buen recurso para transgredir la monotonía y curar el insomnio.
Un simple verso trastoca el sentido de una palabra, de un enunciado. El verso es una transgresión del sentido común, un ahogado del poeta, un halo místico que impulsa los dedos, un flagelo al silencio.

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