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“El regalo”, Clementina Suárez

Quisiera regalarte un pedazo de mi falda,
hoy florecida como la primavera.

Un relámpago de color que detuviera tus ojos en mi talle
– brazo de mar de olas inasibles –

la ebriedad de mis pies frutales
con sus pasos sin tiempo.

La raíz de mi tobillo con su
eterno verdor,

el testimonio de una mirada que te dejara en el espejo
como arquetipo de lo eterno.

La voluble belleza de mi rostro, tan cerca de morir a cada instante
a fuerza de vivir apresurada.

La sombra de mi errante cuerpo
detenida en la propia esquina de tu casa.

El abejeante sueño de mis pupilas
cuando resbalan hasta tu frente.

La hermosura de mi cara
en una doncellez de celajes.

La ribera de mi aniñada voz con tu sombra de increíble tamaño,
y el ileso lenguaje que no maltrata la palabra.

Mi alborozo de niña que vive el desabrigo
para que tú la cubras con la armadura de tu pecho.

O con la mano aérea del que va de viaje
porque su sangre submarina jamás se detiene.

La fiebre de mis noches con duendes y fantasmas
y la virginal lluvia del río más oculto.

Que a nivel del aire, de la tierra y el fuego,
el vientre como abanico despliega.

La espalda donde bordas tus manos
hinchadas de oleaje, de nubes y de dicha.

La pasión con que desgarras
en el lecho del mismo torrente inabarcable

como si el mismo corazón se te hiciera líquido
y escapara de tu boca como un mar sediento.

El manojo de mis pies
despiertos andando sobre el césped.

Como si trémulos esperaran la inexpresada cita
donde sólo por el silencio quedaron las cadenas rotas.

Y en tus dedos apresado el apremio de la vida
que en libertad dejó tu sangre,

aunque con su cascada, con su racha,
los árboles del deshielo, algo de ti mismo destrozaran.

La cabellera que brota del aire
en líquidas miniaturas irrompibles

para que tus manos indemnes hagan nido
como en el sexo mismo de una rosa estremecida.

La entraña donde te sumerges como buscando estrellas enterradas
o el sabor a polvo que hará fértiles nuestros huesos.

La boca que te muerde
como si paladeara ríos de aromas;

o hincándote los dientes
matizara la vida con la muerte.

El tálamo en que mides mi cintura
en suave supervivencia intransitiva,

en viaje por la espuma difundido
o por la sangre encendida humanizado

el mundo en que vivo
estremecida de gestaciones inagotables.

El minuto que me unge de auroras
o de iridiscencias indescriptibles.

Como si a ritmo de tu efluvio soberano
salvaras el instante de miel inadvertida;

O dejaras en el mágico horizonte de luces apagadas
el tiempo desmedido y remedido.

En que apresados quedaran los sentidos
y al fin ya sin idioma, desnudos totalmente.

Como si ensayando el vuelo se quemaran las alas
o por tener cicatrices se extenuaran los brazos.

La piel que me viste, me contiene y resuma,
la que ata y desata mis ramajes.

La que te abre la blanca residencia de mi cuerpo
y te entrega su más íntimo secreto.

Mi vena, llaga viva, casi quemadura,
huella del fuego que me devora.

El nombre con que te llamo
para que seas el bienvenido.

El rostro que nace con la aurora
y se custodia de ángeles en la noche.

El pecho con que suspiro, el latido,
el tic-tac entrañable que ilumina tu llegada.

La sábana que te envuelve en tus horas de vigilia
y te deja cautivo en él, duerme, sueño del amor.

Árbol de mi esqueleto
hasta con sus mínimas bisagras.

El recinto sombrío
de mis fémures extendidos.

La morada de mi cráneo, desgarrado lamento,
pequeña molécula de carne jamás humillada.

El orgullo sostenido de mis huesos
al que hasta con las uñas me aferro.

Mi canto perenne y obstinado
que en morada de lucha y esperanza defiendo.

La intemporal casa
que mi polvo amoroso te va ofreciendo.

El nivel del quebranto
o la herida que conmigo pudo haber terminado.

El llanto que me ha lavado
y que este pequeño cuerpo ha trascendido.

Mi sombra tendida
a merced de tu recuerdo.

La aguja imantada
con su impensable polen y sus rojas brasas.

Mi gris existencia
con su primera mortaja

Mi muerte
con su pequeña eternidad.

Clementina Suárez©

Juticalpa, Olancho, 1902-1991. Vino al mundo un 12 de mayo. Sus padres fueron: Don Luis Suárez, profesional del derecho, y Amelia Zelaya Bustillo, una bella mujer proveniente de una de las familias más ricas de Olancho. Clementina Suárez realizó sus estudios primarios en su lugar de origen y luego, en 1918, se trasladó a Tegucigalpa, donde estudió en una escuela privada para señoritas. Desde niña manifestó su clara vocación de poeta. En 1930 publicó Corazón Sangrante, el primer libro de poemas de una mujer hondureña. Viajó a México, donde, en contacto con un medio más evolucionado, publicó Templos de Fuego, Iniciales y De mis sábados el último (1931). En Costa Rica publica Engranajes (1935). Después de residir en Nueva York se traslada a La Habana, donde sale a la luz Veleros (1937) ya en una forma totalmente nueva. En San Salvador, el Ministerio de Cultura le edita su libro Creciendo con la hierba. Pero la línea de su actividad no se limita a la poesía; publica en Honduras la revista Mujer y funda en México una galería de arte centroamericano. En San Salvador funda El Rancho del Artista, donde, además de tener una exposición permanente, se escucha la voz de Miguel Ángel Asturias, Salarrué, Pablo Antonio Cuadloira, Eunice Odio y otros valores de América. En Tegucigalpa funda la primera galería de arte, a la que llama Morazánida. No pertenece a ningún grupo, porque ella crea los grupos. Colaboró con diarios y revistas escribiendo artículos, entrevistas y semblanzas. Fue una madre soltera. Tuvo dos hijas: Alba y Silvia. Posteriormente contrajo matrimonio con el poeta Guillermo Bustillo Reina, hondureño, y más tarde con el pintor José María Vides, salvadoreño. Se divorció de ambos porque consideró que le interrumpían en su carrera y en su forma de pensar y vivir. Recibió el Premio Nacional de Literatura “Ramón Rosa” en 1970.


“Trabajo domestico”, Fefa Martí Maldonado

Huguita, hija, perdona que te dé la brasa de esta manera pero es que, de verdad, necesito desahogarme un poco y tú eres de las pocas personas con las que tengo la suficiente confianza; si no pudiera contártelo, te juro que acabaría majareta, en serio te lo digo.

¿Quieres un poco más de infusión de valeriana? Yo es que la tomo mucho, por los nervios, ya sabes, y no es que lo diga yo pero me sale muy rica. Hija, qué bien que hayas venido, así podemos charlar tranquilas. Yo ya estaba necesitando descansar porque hoy, como comprenderás, me he dado una paliza. Tengo que aprovechar estos días, cuando se va de caza, claro, porque si no, estando él aquí, es imposible. Luego me digo que para qué tanto trabajo y tanto esfuerzo si en cuanto vuelve ya tengo otra vez la casa como un vertedero, pero es mi natural, qué le voy a hacer si soy limpia de nacimiento.

Y ésa es mi desgracia, claro, porque si me conformara, pues asunto arreglado. Él lo ensucia todo, yo miro para otro lado y se acabó el problema. Pero no, no es mi forma de ser. No puedo soportar el suelo lleno de manchas de pintura, las paredes, todo… Porque, créetelo, no tiene ningún cuidado, Huguita. Deja los cuencos tirados por cualquier parte y, claro, llegan los niños, entran sin mirar y los vuelcan y pisan la pintura y me llenan todo el suelo lleno de huellas; eso cuando no tienen la ocurrencia de pringarse las manos y estamparlas a continuación en las paredes, en cuanto me descuido tengo una colección completa de huellas palmares de todos los colores. Se lo enseñó él, ya ves, como si fuera una diversión, una gracia. Diversión para ellos, claro, pero no para mí, que luego tengo que ir detrás, renegando de todo lo renegable, limpiando huellas de pies y manos, y no veas lo que cuesta, que hay colores que no salen ni con agua caliente, sobre todo el rojo, que no sé con qué lo hace pero no hay quien lo quite, y encima el pringue de la grasa… Y él es igual, no creas que le importa lo que manche cuando está a lo suyo. Que digo yo que podría molestarse un poco y buscar la manera de pintar al aire libre. Pues no.

Y como encima el resto del pueblo le anima, pues para qué queremos más. El otro día vinieron unos cuantos vecinos y todo era alabarle el dibujo y los colores y el diseño y el movimiento de las figuras y qué bonito todo y qué artista eres, Tron. Y a mí se me llevaban los demonios porque me había pasado la mañana fregando como una loca una mancha violeta que no se iba ni pidiéndoselo de rodillas y porque el grupo de cazadores había quedado precioso después de que yo me estuviera dos horas borrando un monigote que el pequeño había pintado al lado del ciervo.

¿Te apetece una tortita de maíz? Están recién cocidas, como llevan ya dos días fuera pues me ha dado tiempo a hacer de todo, fíjate la de cosas que podría hacer si no tuviera que estar todo el rato detrás de él y de sus dichosas pinturas. A veces lo pienso y, te lo digo de verdad, Huguita, me da tanta rabia trabajar tanto para que no sirva de nada ni nadie me lo agradezca que el día menos pensado hago la maleta y me voy a la cueva de mi madre. De verdad te lo digo.

Fefa Martí Maldonado©

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“Malaventura”, Luisa García Grajalva Bernal

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El mecánico andar
de los minutos
no deja que la Historia
se disuelva en sus gotas
ni que la lluvia cuente
su cuento de pesar.

Peso y paso de agua,
tan tristemente dulce,
sobre la aceptación.

La voluntad mojada
podrá secarse al sol,
aunque te encoja.

En esta espera mansa
de los que nunca poseerán la Tierra,
tan sólo queda la inquietud,
eternamente malaventurada.

Luisa García Grajalva Bernal© de su libro «Nada nuevo en la sombra’, I Premio de Poesía «Marina Romero»


“Reencarnaciones”, Jenny del Pilar Londoño López

Vengo desde el ayer
desde el pasado oscuro y olvidado
con las manos atadas por el tiempo
con la boca sellada desde épocas remotas

Vengo cargada de dolores antiguos,
recogidos por siglos, arrastrando
cadenas largas e indestructibles.
Vengo desde la oscuridad,
del pozo del olvido
con el silencio a cuestas,
con el miedo ancestral
que ha corroído mi alma
desde el principio de los tiempos.

Vengo de ser esclava por milenios,
esclava de maneras diferentes:
sometida al deseo de mi raptor en Persia,
esclavizada en Grecia bajo el poder romano,
convertida en vestal en las tierras de Egipto,
ofrecida a los dioses en ritos milenarios
vendida en el desierto
o canjeada como una mercancía.

Vengo de ser apedreada por adúltera
en las calles de Jerusalén
por una turba de hipócritas,
pecadores de todas las especies
que clamaban al cielo mi castigo.

He sido mutilada en muchos pueblos
para privar mi cuerpo de placeres
y convertida en animal de carga,
trabajadora y paridora de la especie.
Me han violado sin límite

en todos los rincones del planeta
sin que cuente mi edad madura o tierna
o importe mi color o mi estatura.

Debí servir ayer a los señores,
prestarme a sus deseos,
entregarme, donarme, destruirme,
olvidarme de ser una entre miles.

He sido barragana de un señor en Castilla,
esposa de un marqués
y concubina de un comerciante griego,
prostituta en Bombay y en Filipinas
y siempre ha sido igual mi tratamiento.

De unos y de otros siempre esclava,
de unos y de otros dependiente,
menor de edad en todos los asuntos,
invisible en la historia más lejana
y olvidada en la historia más reciente.

Yo no tuve la luz del alfabeto.
Durante largos siglos
aboné con mis lágrimas
la tierra que debí cultivar
desde mi infancia.

He recorrido el mundo
en millares de vidas
que me han sido entregadas
una a una y he conocido
a todos los hombres del planeta.

Los grandes y pequeños,
los bravos y cobardes,
los viles, los honestos,
los buenos, los terribles,
mas casi todos llevan
la marca de los tiempos.
Unos manejan vidas
como amos y señores,
asfixian, aprisionan y aniquilan.
Otros dejan almas
comercian con ideas,
asustan o seducen,
manipulan y oprimen.

Unos cuentan las horas
con el rutilo del hombre
atravesado en medio de la angustia.
Otros viajan desnudos
por su propio desierto
y duermen con la muerte
en la mitad del día.

Yo los conozco a todos,
estuve cerca de unos y de otros,
sirviendo cada día,
recogiendo migajas,
bajando la cerviz a cada paso,
cumpliendo con mi karma.

He recorrido todos los caminos
he arañado paredes y ensayado silencios
tratando de cumplir con el mandato
de ser como ellos quieren
mas no lo he conseguido.

Jamás se permitió que yo escogiera
el rumbo de mi vida.
He caminado siempre en una disyuntiva
ser santa o prostituta.

He conocido el odio de los inquisidores
que a nombre de la santa madre iglesia
condenaron mi cuerpo a su servicio
y a las infames llamas de la hoguera.
Me han llamado de múltiples maneras:
bruja, loca, adivina, pervertida,
aliada de satán,
esclava de la carne,
seductora, ninfómana,
culpable de los males de la tierra.

Pero seguí viviendo, arando,
cosechando, cosiendo,
construyendo, cocinando, tejiendo,
curando, protegiendo, pariendo,
criando, amamantando, cuidando
y sobre todo amando.

He poblado la tierra de amos y de esclavos,
de ricos y mendigos, de genios y de idiotas,
pero todos tuvieron el calor de mi vientre,
mi sangre y su alimento
y se llevaron un poco de mi vida.

Logré sobrevivir a la conquista
brutal y despiadada de Castilla
en las tierras de América
pero perdí mis dioses y mi tierra
y mi vientre parió gente mestiza
después que el amo
me tomó por la fuerza.

Y en este continente mancillado
proseguí mi existencia
cargada de dolores cotidianos,
negra y esclava en medio de la hacienda
me vi obligada a recibir al amo
cuantas veces quisiera
sin poder expresar ninguna queja.

Después fui costurera,
campesina, sirvienta, labradora,
madre de muchos hijos miserables,
vendedora ambulante, curandera,
cuidadora de niños o de ancianos,
artesana de manos prodigiosas,
tejedora, bordadora, obrera,
maestra, secretaria, enfermera,
siempre sirviendo a todos,
convertida en abeja o sementera
cumpliendo las tareas más ingratas
moldeada como cántaro por las manos ajenas.

Y un día me dolí de mis angustias
un día me cansé de mis trajines,
abandoné el desierto y el océano,
bajé de la montaña,
atravesé las selvas y confines
y convertí mi voz dulce y tranquila,
en bocina del viento
en grito universal y enloquecido.

Y convoqué a la viuda, a la casada,
a la mujer del pueblo, a la soltera,
a la madre angustiada, a la fea,
a la recién parida, a la violada,
a la triste, a la callada, a la hermosa,
a la pobre, a la afligida, a la ignorante,
a la fiel, a la engañada, a la prostituida.

Vinieron miles de mujeres juntas
a escuchar mis arengas,
se habló de los dolores milenarios,
de las largas cadenas
que los siglos nos cargaron a cuestas.
Y formamos con todas nuestras quejas
un caudaloso río
que empezó a recorrer el universo
ahogando la injusticia y el olvido.

El mundo se quedó paralizado
los hombres y mujeres no caminaron
se pararon las máquinas, los tornos,
los grandes edificios y las fábricas
ministerios y hoteles, talleres y oficinas,
hospitales y tiendas, hogares y cocinas.

Las mujeres, por fin, lo descubrimos.
¡Somos tan poderosas como ellos
y somos muchas más sobre la tierra!
¡Más que el silencio
y más que el sufrimiento!
¡Más que la infamia
y más que la miseria!
Que este canto resuene
en las lejanas tierras de Indochina
en las arenas cálidas del África,
en Alaska y América Latina,
llamando a la igualdad entre los géneros
a construir un mundo solidario
–distinto, horizontal, sin poderíos-
a conjugar ternura, paz y vida,
a beber de la ciencia sin distingos,
a derrotar el odio y los prejuicios,
el poder de unos pocos,
las mezquinas fronteras,
a amasar con las manos de ambos sexos
el pan de la existencia.

Jenny del Pilar Londoño López©


“No es el amor…”, Julia Prilutzky Farny

No es el amor, lo sé, pero es de noche
y yo estoy sola, frente al mar que espera
con las uñas viscosas de sus algas
y el sello de la sal sobre sus piedras:
sin cesar, desde el agua y las espumas
mil ramajes de brazos me recuerdan
que aguardan todavía
tendiéndome su ausencia.
Las mismas olas que devoran barcos,
que van hundiendo mástiles y velas,
tiran siempre de mí
salvajemente
ceñidas, enroscadas, como cuerdas.

No es el amor, lo sé, pero qué importa:
tiene su mismo rostro hecho de niebla
y su temblor febril y su acechanza,
tiene sus manos blandas que se aferran
con dura precisión.
Tiene su misma insólita presencia
con el prestigio de un fulgor pasado
y la futura soledad que empieza.
Tiene sin duda del amor la insidia
y el desgajado abandonar reservas
hasta quedar desnudo
como un árbol reseco.
Tiene el rondar la sangre
como un fantasma hambriento
sobre la inaccesible piel del mundo,
lamiendo inútilmente su corteza,
desesperado, ávido,
con la exacta impaciencia
del querer, del después,
del otoño y la espera.
Y aquel recomenzar desde la bruma
que es su signo quizá.
Y su señal más cierta.

No sé cuándo ha llegado:
es como un viejo amigo que regresa
con el rostro cambiado por los viajes,
las fiebres, el alcohol, las peripecias.
Reconozco sus rasgos,
su voz que ha enronquecido, pero es ésta,
su antigua voz que dice otras palabras
semejantes a aquéllas.
No es el amor, lo sé, y sin embargo
es su paso otra vez, y las caricias
recobran los caminos sin urgencia.
No hay palabras, y puedo estar callada:
todo es tan simple así, tan sin sorpresa
y es tan fácil estar, tan necesario.
No es el amor, tal vez. ¿Y si lo fuera?

Julia Prilutzky Farny©

Nació en Ucrania y se radicó en Argentina a muy temprana edad, adoptándola como su propia patria, como ha sabido demostrarlo a lo largo de su extensa obra poética.
Es una de las más caracterizadas representantes de la generación poética argentina del ’40.
Fundó la revista cultural «Vértice» y en 1941 recibió el Premio Municipal de Poesía por su libro «Intervalo».
En su obra predomina —casi en exclusividad—, el tema del amor, plasmado por los más profundos sentimientos y en imágenes de sutil belleza y originalidad, desde su poemario inicial hasta el último de sus libros.
Su bibliografía en verso data de los siguientes títulos: «Viajes sin partida»(1939), «Intervalo» (1940), «Sonetos» (1942), «Comarcas» (1949), «Patria»(1949), «Canción para las madres de mi tierra» (1950), «El escudo» (1954),«Este sabor de lágrimas» (1954), «Obra poética» (1959), «Hombre oscuro»(1963), «Quinquela Martín» (1974) y «Antología del amor» (1975), que llegó a vender, sólo en Argentina, más de 100.000 ejemplares.


“A veinte minutos de cualquier parte”, Mara Nefill

MetroA veinte minutos de cualquier parte

los periódicos gratuitos enseñan sus titulares rojos

y las asistentas ecuatorianas sueñan con hombres musculados que las levantan
del suelo y se las llevan a los paraísos arbolados de las urbanizaciones de lujo

libros forrados con papel marrón se abren por la página en que el protagonista encuentra por fin fortuna en los labios de una mujer melena escarlata y cintura de bailarina que habla cinco idiomas y no conoce ninguno

escolares dormidos imaginan lecciones de inglés y aritmética saltando de sus mochilas como ejércitos defensores de un universo invadido por nombres extraños

hay rezos que murmuran hombres de camiseta blanca y zapatos de oficio sucio que rebuscan esperanza en los callos de sus manos y ocultan los ojos vidriosos de ahuyenta-penas con gafas de humo

los cupones de lotería saltan en el bolsillo de sirenas perfumadas de lavanda
que leen los poemarios viejos pegados debajo de las palancas de los frenos de emergencia

y los obreros en paro cantan internacionales asustadas por mercados invisibles que les conducen a ninguna parte.

Mara Nefill©

Nota: dicen que en el metro de Madrid puedes llegar a cualquier parte en veinte minutos. Tal vez. Yo aún no lo he conseguido. Quizá es que las estaciones que elijo como destino no son las adecuadas. O debería subir en otra para llegar a ellas. Probablemente sea eso.


“Oda al pueblo caminando”, Teresa Parodi

Pie calzado de poesía
Tiene el pueblo caminando,
Camisa de jornalero,
Pecho abierto, brazo en alto.

Aguafuerte de la vida
Que se niega al holocausto;
Padre, madre, hermano, niño,
Corazón encabritado.

Ay de la pala y el pico,
Ay del madero y los clavos,
La herradura y el martillo,
Ay la cuchara y el plato.

En sus manos la herramienta
Quejumbrosa del trabajo,
Que donde pisan sus pies
Va el amor multiplicado.

En los bolsillos la espiga,
Tierra oscura en los zapatos,
Son un solo largo grito,
Son un solo grito largo.

En sus manos la herramienta
Quejumbrosa del trabajo
Que donde pisan sus pies
Va el amor multiplicado.

Ay de la pala y el pico…

En sus manos la herramienta…

Teresa Parodi©


“El hombre ilustrado”, Ray Bradbury

Adhesión al Día Internacional del Libro

Imaginantes©


“Fotografía de una mujer imaginada”, Juan José Millas

Adhesión al Día Internacional del Libro

Imaginantes©


“La serpiente cabalista”, Francisco Toledo

Adhesión al Día Internacional del Libro

Imaginantes©


“Si acaso”, Wislawa Szymborska

Podía ocurrir.
Tenía que ocurrir.
Ocurrió antes. Después.
Más cerca. Más lejos.
Ocurrió, no a ti.

Te salvaste porque fuiste el primero.
Te salvaste porque fuiste el último.
Porque estabas solo. Porque la gente.
Porque a la izquierda. Porque a la derecha.
Porque llovía. Porque había sombra.
Porque hacía sol.

Por fortuna había allí un bosque.
Por fortuna no había árboles.
Por fortuna una vía, un gancho, una viga, un freno,
un marco, una curva, un milímetro, un segundo.
Por fortuna una cuchilla nadaba en el agua.

Debido a, ya que, y en cambio, a pesar de.
Qué hubiera ocurrido si la mano, el pie,
a un paso, por un pelo,
por casualidad,
¡Ah, estás! Directamente de un momento todavía entreabierto.
La red tenía un solo punto, y tú a través de ese punto.
No dejo de asombrarme, de quedarme sin habla.
Escucha
cuán rápido me late tu corazón.

Wislawa Szymborska©

De «Si acaso» 1978        
Versión de Abel A. Murcia

Poeta y ensayista polaca nacida en Kórnik, Poznan, en 1923.
Vivió en Cracovia desde que  su familia se trasladó allí en 1931. Estudió Literatura Polaca y Sociología en la Universidad Jagiellonian, dedicándose desde entonces al ejercicio literario.
Con su primera publicación «Busco la palabra» en 1945, seguida de«Por eso vivimos» en 1952 y «Preguntas planteadas a una misma»en 1954, logró situarse en los primeros planos del panorama literario europeo. «Apelación al Yeti» en 1957, «Sal» en 1962,«En el puente» en 1986, «Fin y principio» en 1993 y «De la muerte sin exagerar» en 1996, contienen parte de su restante obra.
Fue galardonada con importantes premios, entre los que se destacan, Premio del Ministerio de Cultura Polaco 1963Premio Goethe 1991, Premio Herder 1995  y Premio Nobel de Literatura1996.  Recibió además el título de Doctor Honorífico de la Universidad Adam Mickiewicz en Poznan, 1995. 
Falleció el 1° de febrero de 2012.


“Onírpolis del Sur”, Rosaura Mestizo Mayorga

En este mi país, el sueño es posible, si soy tierra y nación. En donde,

MI PAISAJE, esté curado de devastaciones del verde de los campos, sin heridas, sin conflagraciones de pirómanos. Limpia, guardando en sus entrañas, solo las huellas de las nuevas vidas con llantos enérgicos tras las colinas de sus madres, para el alimento. Con un sol siempre sonriente acariciando rostros de niños y ancianos, y, manantiales depurados de cuerpos de desaparecidos. Con mares, pero no de lágrimas. Donde la niebla se deje abrazar y la luna no entristezca.

EL CLIMA, sea el que otorgue la calidez de la palabra, la sonrisa transparente y el amor auténtico. Que alimente sin variantes y sin manos que lo obliguen a cambiar su estado natural.

EL ORIGEN ETNICO DE LOS HABITANTES, donde los predominantes sean los raizales con matices extranjeros.

MI LENGUA, sea un castellano esencial, una lengua propia que hable por su pueblo. El lenguaje corporal y el hermoso de los guiños.

La DIMENSIONES DE LA ciudad- CAPITAL, sea suficiente para restablecer el vecindario y que prime la tranquilidad.

La FORMA DE GOBIERNO, sea una autoridad sabia e incorruptible, con sentido del derecho y el deber en equidad y en justicia.

Las MEDIDAS DE SEGURIDAD, sean las naturales que solo se produzcan por las rejas de la lluvia y las que cada quien desde su moralidad otorgue a los vecinos. Aplica, mi libertad termina donde comienza el derecho ajeno.

Las FUENTES DE ENERGÍA NATURAL, sean el agua, el sol, el amor, la confianza y la lealtad.

Las ACTIVIDADES ECONOMICAS, se basen en agricultura, pesca, trabajo para todos, a una debida edad, sin mutilaciones al planeta, más que por excepciones de salud. Nada que depreda, para las vanidades.

Los MEDIOS DE TRANSPORTE, sean las carretas tiradas por caballos, aviones empujados por el aire y balsas impulsadas por los peces.

La ARQUITECTURA, sea sencilla, práctica, cómoda sin extravagancias que produzcan ansiedad por competencias y conlleven al delito.

Mis MUEBLES Y UTENCILIOS DEL HOGAR, sean en madera, chimeneas convocantes, vajillas en materiales originales y hojas de plátano para las cenas familiares.

Mi VESTIDO FORMAL, superados los tabús y la competencia de mercados, sean mantas para ellas y guayaberas para ellos en linos de todos los colores. En el mejor de los casos, la desnudez, donde el clima lo permita.

Las FUENTES DE INFORMACIÓN PÚBLICA, sean de nuevo, cartas de sobres que despiertan expectativas, correos de brujas, cuentos, bandos, las cabañuelas para predecir el tiempo.

Los MONUMENTOS, sean todo cuanto me provoque asombro.

Las DIVERSIONES PÚBLICAS toquen el espíritu como admirar el paso de los astros, la música en los deslices de los ríos, el eco, el abrazo de las corrientes del aire en montañas, el tropel de los pájaros en vuelo. Las apuestas al temor ante un animal salvaje, la risa y la carcajada que haga sonreír a otros.

La MONEDA, sea el trueque de bienes e intercambio de servicios.

El ESCUDO sea una vivienda.

La BANDERA sea el planeta en un raso ondeado por el viento.

La RELIGIÓN, sean los humedales y los dioses que los habitaron, para que retornen de las ciudades sus habitantes y que no se les llamen, plagas.

-Todo aquello que provenga de recursos renovables, que vuelvan a ocupar los espacios-.

Rosaura Mestizo Mayorga©


“Las Malvinas”, José Pedroni

Tiene las alas salpicadas de islotes
Es nuestra bella del mar.
La Patria la contempla desde la costa madre
con un dolor que no se va.

Tiene las alas llenas de lunares,
lobo roquero es su guardián.
La patria la contempla. Es un ángel sin sueño
la patria junto al mar.

Tiene el pecho de ave sobre la honda helada.
Ave caída es su igual.
El agua se levanta entre sus alas.
Quiere y no puede volar.

El pingüino la vela. La gaviota le trae
cartas de libertad.
Ella tiene sus ojos en sus canales fríos.
Ella está triste de esperar.

Como a mujer robada le quitaron el nombre:
lo arrojaron al mar.
Le dieron otro para que olvidara,
que ella no sabe pronunciar.

El viento es suyo; el horizonte es suyo.
Sola, no quiere más.
sabe que un día volverá su hombre
con la bandera y el cantar.

Cautiva está y callada. Ella es la prisionera
que no pide ni da.
Su correo de amor es el ave que emigra.
La nieve que cae es su reloj de sal.

Hasta que el barco patrio no ancle entre sus alas,
ella se llama Soledad.

José Pedroni©


“Facebook”, Carmen Fabre

facebookDa igual el tiempo que llevo aquí, no lo sé.

Solo recuerdo una playa, la arena rascando en mi garganta y chirriando entre mis dientes; al lado un perro moteado con los belfos blancos y mostrando los dientes amenazantes, detrás de él una mano sujetando la correa y una boca humana emitiendo palabras incomprensibles para mí.

La vida en el campamento de refugiados se resumía en estar sola, seguir viviendo y no tener expectativas, las había sustituido por ilusiones que eran más fáciles de eliminar al final de la jornada; así día tras día, trenzando e imaginando, mezclando paisajes de mi aldea y de lo que quedaba por descubrir. Me sentía atada con grilletes en pies y manos a pesar de no notarlos físicamente. El primer mundo, Europa, me había abandonado nada más llegar ahogada en salitre y arena.

Lo primero que olvidé fue mi nombre y origen, aprendí bien la lección que me enseñaron antes de partir:” Nunca digas cómo te llamas, cuál es tu país ni tu edad”

Pasé tan desapercibida que logré imaginar que no tenía cara y pensé: Mientras no tenga rostro, no me verán y seguiré esperando.

Me he puesto un nombre, al final he decidido llamarme FACEBOOK; no sé qué significa pero lo he visto tantas veces en la pantalla del ordenador de la oficina en que me interrogan ,que me atrae.

Mañana seguiré igual, atrapada en mi propio relato.

Carmen Fabre©  http://eseotrotiempo.blogspot.com


“Un duro oficio”, María Dolores Luengo Cantó

esquinaSu oficio, hacer la calle. No sabía hacer otra cosa. Se había acostumbrado a trabajar la noche, paseando por las aceras bajo el cielo estrellado, hasta el amanecer. Sus clientes, de todo tipo, amables y cordiales o borrachos malhumorados. Su rostro siempre afable les regalaba a todos una sonrisa, a pesar del escaso dinero que recibía por sus servicios.

A veces pasaba horas interminables esperando la llegada de algún asiduo. Otras, por el contrario, tenía que trabajar precipitadamente ante la  coincidencia de varios de ellos reclamando su turno con impaciencia.

La edad iba haciendo mella, ya no tenía la misma frescura que antaño para realizar su tarea.

– Estoy deseando jubilarme, pensó. ¡Ah, se acerca uno!

– ¡¡¡Serenooo!!!

–  ¡¡¡Vaaaaaa!!!

María Dolores Luengo Cantó©


“Lo que leen los Simpson”

En el “Club del Libro de Lisa” puedes encontrar todos los libros que aparecen en Los Simpson. Especialmente aquellos que lee Lisa Simpson. Entre los títulos seleccionados se encuentran desde “Tintín en París”, “Harry Potter”, “La Teoría de la evolución” de Darwin, Agatha Christie, “Hojas de hierba” de Walt Whitman y muchos más.

lisawhitman


“gómel’, Natalia Litvinova

gomel manzanas

mi abuelo lo único que hacía era afeitarse y temblar
frente al televisor.

mi padre todas las mañanas se perdía en el campo,
transformado en un punto tridimensional de la nieve.

regresaba con una sonrisa mística en su rostro y nadie
sabía por qué.

en verano también esa misma sonrisa y frutillas
en sus manos, en primavera frambuesas.

la sonrisa de mi padre traía frutos maravillosos.

mi abuelo temblaba cada día más, su cabeza recaía
como mandolina y se erguía como un piano.

un día mi padre regresó con manzanas

mi abuelo dio con la clave del silencio.

 

Natalia Litvinova©  Poema del libro “Esteparia” Ediciones del Dock, 2010, Argentina.
http://www.ciclopaenlabocadeunmudo.blogspot.com/


“The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lessmore”, William Joyce

Una experiencia narrativa interactiva. William Joyce, «The Fantastic  Flying Books of Morris Lessmore», difumina la línea entre los libros de fotografía y cine de animación.
Inspirado en la misma medida, por el huracán Katrina, Buster Keaton, El Mago de Oz, y un amor por los libros, «Morris Lessmore» es una historia de personas que dedican su vida a los libros y los libros que devuelven el favor. “Morris Lessmore” es una alegoría conmovedora y humorística sobre los poderes curativos de la historia. Usando una variedad de técnicas (miniaturas, animación por ordenador, animación en 2D) el galardonado autor – ilustrador William Joyce y el co-director Brandon Oldenburg presentan una experiencia nueva narrativa que se remonta a las películas mudas y musicales.


“Venganza inocente”, Dolores Espinosa

El pequeño baja todos los días a la playa portando dos diminutos cubos. Se acerca a la orilla, recoge agua, sube hasta donde se encuentra la arena seca, tira el agua, regresa a la orilla y vuelve a repetir todo el proceso. Una y otra vez. Durante toda la tarde. Incansable.
Si alguien le pregunta qué hace, él responderá sin detenerse:
-Seco el mar.
Si ese alguien le inquiere sobre el por qué, el pequeño se detendrá, mirará fijamente al inquisidor, y responderá:
-Porque él se llevó a mi papá.
Y aferrando con fuerza sus pequeños cubos, continuará, tenaz e infatigable, con su fútil venganza.

Dolores Espinosa© http://testamentodemiercoles.blogspot.com/


“La tierra natal”, Ana Aimatova

No la llevamos en oscuros amuletos,
ni escribimos arrebatados suspiros sobre ella,
no perturba nuestro amargo sueño,
ni nos parece el paraíso prometido.
En nuestra alma no la convertimos
en objeto que se compra o se vende.
Por ella, enfermos, indigentes, errantes
ni siquiera la recordamos.

Sí, para nosotros es tierra en los zapatos.
Sí, para nosotros es piedra entre los dientes.
Y molemos, arrancamos, aplastamos
esa tierra que con nada se mezcla.
Pero en ella yacemos y somos ella,
y por eso, dichosos, la llamamos nuestra.

Ana Ajmatova©

Rusia – 1889 – 1966. Ana Andreyevna Gorenko cambió su nombre de familia (Anna Andreievna Gorenko) cuando empezó a escribir y tomó de sus ancestros maternos el de Ajmátova, descendientes al parecer del Khan Ajmat, el último príncipe tártaro de la Horda de Oro. Esta fantasía genealógica coincide con el fondo indómito, áspero y apasionado de su temperamento. Pero su formación, como todo poeta ruso, la recibe de Pushkin: esa escuela de sobria alegría, elegancia y humanidad. Si a esta primera y doble vertiente de su sensibilidad añadimos la resonancia grave y melancólica de los versos de Blok y de Annensky, la huella dostoyevskiana de la prosa rusa del siglo XIX y la clásica claridad de los acmeístas, tendremos una imagen del linaje poético de “Ana de todas las Rusias”.

Su nombre es inseparable del de Osip Mandelstam, lo cual basta para saber que ella forma parte de las constelación mayor de la poesía de todas las épocas».

Junto a Mandelstam encabezó el acmeísmo, movimiento artístico de principios del siglo XX que, en oposición al simbolismo, preconizaba el uso de un lenguaje poético que contuviera significados exactos. Las primeras composiciones líricas de Ajmátova, Atardecer (1912) y El rosario (1914) utilizan imágenes concretas para presentar detalles íntimos. Las obras posteriores, como Anno domini MXMXXI (1922 ), introdujeron temas patrióticos, pero no apaciguaron a los críticos soviéticos, que consideraban a los acmeístas demasiado personalistas. No volvió a publicar más poemas hasta 1940, fecha de publicación de Iva (Sauce). Su poema Requiem (1935-1940) no se publicó en la antigua URSS hasta 1987, ya que por su temática, una elegía por los prisioneros de Stalin, fue considerado demasiado polémico. Sin embargo, durante la última década de su vida escribió varios poemas caracterizados por la gran belleza de su imaginería visual. Entre ellos está su autobiográfico Poema sin héroe (1962).